Opinión
Salud
El personal, si arrimamos el oído, habla más de salud y de fútbol que de política. La salud es lo primero. Entre las gentes del campo, adquiría, según mi memoria de la infancia, categoría de valor supremo. El médico llegaba a caballo del pueblo vecino y se le esperaba con respeto reverencial, como si fuera el hechicero de la tribu y dispusiera de un poder casi taumatúrgico para curar al enfermo. «Con la salud no se juega» o «la salud sólo se aprecia cuando se pierde», eran comentarios habituales. La expresión que más iba de boca en boca, el deseo que más se repetía era: «¡Que haya salud!». Valía para cualquier circunstancia, lo mismo para una desgracia que para un golpe de fortuna. Fuera el destinatario el cuñado al que se le había torcido el modesto negocio, el hijo que estaba en la mili o la desconsolada hija a la que había dejado plantada el novio; o fuera el vecino de enfrente, al que se le morían las ovejas de basquilla, se había tronzado una pata el burro o se le había apedreado la cosecha, todas las desgracias podían superarse con salud.
Y lo mismo, como digo, si el interlocutor había tenido suerte. Un pequeño golpe de fortuna, la compra de un muleto, unas botas nuevas, un buen día de caza o el nacimiento de un nieto... Entonces se añadía: «¡Salud para disfrutarlo!». A los padres del recién nacido había que felicitarles con la fórmula: «Salud para criarlo». Y a la hora de dar el pésame no podía faltar: «Salud para encomendarlo a Dios». Siempre era así. Existía el convencimiento de que con buena salud podían vencerse todas las dificultades de la vida, y que, si fallaba la salud, todo se derrumbaba. Las cartas empezaban invariablemente: «Me alegraré que al recibo de ésta te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios». La salud tenía más valor que el amor o el dinero. Del amor apenas se hablaba en el pueblo y en cuanto al dinero, el campesino envidiaba al rico, pero admiraba al sabio. El miedo a la enfermedad y a la muerte está en el corazón del ser humano de todo tiempo y condición. Saludar significa desear al otro salud. Para Marcial, el poeta latino, la vida es vivir con salud; si no, no es vida. El escritor judeo-español del siglo XIII, Jafudà Bonsenyor, dice que es «consuelo de hombre pobre» creer que «vale más salud que dinero». Pues parece que no anda descaminado el hombre pobre.