Opinión
Folklore, al fin y al cabo
La peor pesadilla del catalanismo empieza a repetirse últimamente el 12 de octubre de cada año: miles de banderas españolas agitadas por catalanes en el Paseo de Gracia. Es lógico. El independentismo, con su torpeza, se está convirtiendo en una verdadera fábrica de españolistas. Cada vez que el separatismo actúa, algún catalán se lo piensa mejor y mira con esperanza a España como refugio de la democracia. Son torpezas como la que se vio el día anterior, 11 de octubre, en el parlamento regional con una resolución votada conjuntamente por el populismo ambiente de Ada Colau y el supremacismo de Junqueras, Puigdemont y Torra. Intentaron publicitar tan solo la parte que habla del rey, para hacer populismo entre los antisistema, pero vale la pena leer con atención toda la resolución en su totalidad. Lo del rey es apenas una frase corta sin pies ni cabeza. Pero a continuación los redactores se extienden abundantemente sobre la prensa y las noticias que debería dar y las que no. Y eso es colosal.
Les recomiendo que lean íntegra la resolución y no darán crédito: los vapores del neofascismo más ignorante emanan entre las costuras de cada frase. Por lo visto al cerebro privilegiado que redactó esa prueba escrita del fracaso de la inteligencia en nuestro sistema educativo se le ha ocurrido que el periodismo no está para dar noticia de los acontecimientos, sino para hablar solo de los que son chulos y bonitos. O sea, el viejo pensamiento del franquismo, con las mismas amenazas veladas y coerciones. No es extraño pues que los presentadores de TV3 le propongan a Albert Rivera que les redacte las preguntas. Si los que les han colocado ahí piensan de esa manera, está claro que ellos solo desean obedecer a quien sea.
De hecho, ayer andaba desesperado un equipo de TV3 en la confluencia de Gran Vía y Paseo de Gracia, buscando a algún turista hispano americano que llevarse a la boca para que dijera algo malo de la conquista de América y la Hispanidad. Es una parte del folklore de estos doce de octubre en TV3: recordar la leyenda negra e ignorar a los estudiosos anglosajones que reconocen ya que el Día de Acción de Gracias se celebró por primera vez en Florida con cocido o que la pareja de Hernán Cortés fue la primera unión interracial. Y luego se quejan de que les llamen manipuladores.
Todo ese mundo rancio y antiguo de caspa informativa solo consigue que, como parte del folklore, aparezcan las ultraderechas de uno y otro signo: en Montjuich los de las banderas pre-constitucionales y, un poco más abajo, (afortunadamente esta vez correctamente separados) los CDRs, buscando algún supuesto enemigo al que agredir. En medio, ignorándolos, un montón de catalanes celebrando y recordando que esto de la bandera española es libre y no de obligado cumplimiento, al contrario de lo que sucede con la bandera catalanista. Como en la Cataluña última todo es farsa y postureo (los totalitarios asegurando que ellos son la izquierda regional, los censores de la Generalidad quejándose de que no tienen libertad de expresión) todo hay que tomárselo como lo que es, puro folklore de butifarra y «castellers». Pero el folklore, por mucho que se quiera, tiene una desventaja frente a la cultura: que es reiterativo. El folklore siempre se repite igual y nunca aporta nada nuevo. La cultura es innovación, sorpresa, algo inesperado que de golpe nos ilumina y nos hace progresar.
El folklore, en su cerril testarudez, no ve los peligros que su sobreactuación y su representación generan. Peligro de conflictos como dividir una comunidad y enfrentarla entre sí. Aquí, los poderes autonómicos les dirán que eso no está pasando, pero yo no me fiaría mucho. No pierdan de vista que los catalanes somos una gente que subimos a una criatura a siete metros de altura y decimos que no corre ningún riesgo. Si verdaderamente creemos que es así, ¿por qué le ponemos entonces un casco?
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