Opinión

Derogar lo derogado

El reciente pacto presupuestario va acompañado de otros acuerdos sobre reformas penales, como por ejemplo la del artículo 315 del Código Penal, que penaliza a los piquetes que «coaccionen a otras personas a iniciar o continuar una huelga». La previsión legal está presente en el Código Penal desde 1995, si bien con la reforma de 2015 se ha atenuado el rigor de la pena a imponer, de tal modo que con la actual redacción las penas de prisión serán excepcionales y siempre vinculadas a episodios de violencia.

Hasta el año 2015, la coacción en el ámbito laboral y sindical tenía una mayor penalización que si se produce en cualquier otra esfera, y por ello se reformó y se estableció una respuesta penal análoga a lo de cualquier otro ámbito que limite el ejercicio de derechos fundamentales. En la actualidad, se puede imponer una pena de prisión o de multa, correspondiendo al juez su determinación en cada caso. Parece pues que la solución penal adoptada en 2015 es ya adecuada y proporcional a la defensa del bien jurídico protegido, debiéndose sus críticas a la redacción ya derogada y, que como adelanté, encuentra su origen en el Código Penal de 1995.

En un sistema democrático, después de la vida, la libertad es el derecho mas preciado y su protección le corresponde también al Código Penal. Por ello el art. 172 del CP castiga a quien sin estar legítimamente autorizado impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto.

Este tipo penal en sentido negativo define lo que es básico en un sistema de libertades, no se puede impedir hacer lo que la ley no prohíbe, ni obligar a hacer lo que no se quiere y esto no puede ser cuestionado en cambio alguno, pues de lo contrario estaríamos negando la esencia de un sistema democrático. El delito de coacciones protege los ataques a la libertad de actuación personal que no estén expresamente previstos en otros tipos del Código y por ello no se debe olvidar que derogue lo que se derogue siempre estará presente por necesario y esencial, cuyo rigor es general y no entiende de ideologías políticas. La realidad es la que es y no otra.