Opinión

Papa Pablo VI y España

Se ha convertido en lugar común y se ha afirmado repetidas veces por parte de algunos que las relaciones del Papa Montini con España no eran las mejores, incluso se ha llegado a decir que el Papa Pablo VI no quería a España; algunos han sostenido y difundido que había una cierta desconfianza y que las relaciones francamente mejorables. He creído que después de su canonización, el pasado catorce de octubre, convenía sacar a relucir la verdad de las cosas y por eso dedico esta colaboración semanal a ofrecer el testimonio diáfano de un hombre como Adolfo Suárez que, como presidente del Gobierno, tuvo con el Papa recién canonizado una relación estrecha y muy sincera.

Ofrezco el testimonio que D. Adolfo Suárez, ya ex -Presidente, ofreció a todos públicamente en una conferencia sobre «la Iglesia en la transición», que dio en la parroquia de San José Obrero, encomendada a la Congregación de los Misioneros de la sagrada Familia, en Coslada, (Madrid). Transcribo literalmente lo que dijo en aquella ocasión D. Adolfo Suárez, con el permiso de su hijo Adolfo, fiel legatario de las enseñanzas y testimonio de su padre. (Por eso este artículo no debiera firmarlo un servidor de ustedes, porque su conjunto es y pertenece al Sr. Presidente a quien tanto debo y admiro). «Quiero subrayar, decía, que en aquellos momentos –se refiere a los años 1976-78– no me faltó la comprensión de la mayoría del Episcopado Español y, sobre todo, la de una personalidad egregia: El Papa Pablo VI, con quien tuve la fortuna de conversar ampliamente sobre los asuntos de España, en varias ocasiones. Unas que se conocieron a través de los medios de comunicación y alguna que no llegó al conocimiento del gran público.

«Por eso, deseo destacar la figura extraordinaria de Pablo VI. Su elección no fue bien acogida, políticamente, en la España de los 60. Sin embargo he de dar testimonio personal de su amor a la religiosidad y a la cultura española y de su deseo de que los españoles pudieran lograr una convivencia pacífica, democrática y libre, en la que todos los ciudadanos y todos los pueblos de España, pudieran sentirse en ‘su casa’ y desarrollar libremente su personalidad, Puedo decir que Pablo VI fue algo más que un ‘observador apasionado’ de la Transición española y que de él recibí ánimo, impulso, y fortaleza, cuando pocos eran los que me brindaban su apoyo. Mi gratitud hacia él, hacia sus opiniones y consejos permanecerán siempre conmigo».

«En carta dirigida a mí y firmada en Castelgandolfo el 2 de septiembre de 1977, el Santo Padre decía textualmente: ‘Vuestra Excelencia ha querido hacernos partícipe de los propósitos y esperanzas de una nueva España que se está construyendo con la colaboración de todos los españoles. Una tarea que coloca a todos los responsables ante un hermoso y no menos exigente cometido de lograr una sociedad justa que permita a todos los ciudadanos realizarse plenamente. Nos congratulamos sinceramente por la cordura y buen sentido con que el pueblo español ha sabido poner las premisas necesarias para la consecución de estos logros, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.

«En todo ello –y este es nuestro más hondo deseo– quisiéramos que quedara reflejado un objetivo primordial: el de servir al desarrollo de la persona en todas sus dimensiones, sobretodo en su dimensión cultural, moral y espiritual, es decir, haciendo honor a todos esos valores de los que la historia reconoce en España un singular portavoz». «El Papa termina dándome ánimo para ‘encauzar las legítimas aspiraciones de nuestro pueblo». Hasta aquí el texto de D. Adolfo Suárez. ¡Qué maravilla! Cómo necesitamos de los dos, de San Pablo VI y de D. Adolfo Suárez, en estos momentos. Qué luz tan grande y diáfana la que proviene de San Pablo VI en relación a España, luz que recogió con tanta fidelidad el Presidente de la concordia y la libertad y se preocupó por encima de todo del desarrollo de la persona en el pueblo español; qué actual lo que dice San Pablo VI y lo que intentó D. Adolfo Suárez, con el que “fue posible la anhelada concordia” y que guardó tan estupendamente los consejos que había recibido del Papa, que, como vemos, fue otro de los artífices de la Transición Española, modélica, de la que debemos aprender y secundar, aunque no se le nombre o reconozca. San Pablo VI y Adolfo Suárez, hombres de la verdad que nos hace libres, fueron dos gigantes del espíritu que hemos de tener presentes y muy en cuenta en el momento tan «extraño» y con «tantos riesgos» que estamos viviendo en la España única, de todos. ¡Gracias, San Pablo VI! ¡Gracias, D. Adolfo Suárez! por lo que quisieron y ayudaron a España. Sigan en esa ayuda.