Opinión

El déficit de Italia es un problema europeo

La Unión Europea no es santa de mi devoción. Se trata de una organización megaburocratizada que pretende centralizar en Bruselas la gestión de todos los asuntos continentales, desdeñando con ello las particularidades locales o regionales que puedan existir en multitud de asuntos fiscales o regulatorios. Por ejemplo, cuando la UE busca armonizar la tributación entre los distintos Estados miembros, o cuando plantea crear un seguro de desempleo comunitario, lo que está haciendo es arrebatar tales competencias a otras administraciones públicas más cercanas al ciudadano, impidiendo que las mismas les ofrezcan un marco impositivo o regulatorio más acorde a sus necesidades y capacidades. Por consiguiente, en principio uno debería posicionarse abiertamente en contra de cualquier intento comunitario por controlar los presupuestos nacionales de un Estado miembro. Si Italia quiere incrementar su déficit irresponsablemente, entonces debería contar con la suficiente autonomía como para hacerlo aun cuando lo más probable sea que termine despeñándose. Pero, por razonable que pueda sonar este principio, resulta del todo inapropiado desde el momento en que tomamos en cuenta que Italia forma parte del euro y que, en consecuencia, sus decisiones fiscales afectan al conjunto de países que conforman el área monetaria única. El proceso transcurre así: el Gobierno italiano es el segundo más endeudado de la UE, con unos pasivos equivalentes al 131% del PIB, sólo por detrás de Grecia. Gran parte de esa deuda se halla en manos del sistema bancario italiano y del Banco Central Europeo, de ahí que el riesgo de insolvencia de Italia repercuta negativamente sobre la credibilidad de su sistema bancario y, en última instancia, del euro. Además, tal falta de credibilidad de la banca italiana es, para más inri, absorbida por la propia financiación que el BCE le otorga de manera estructural. Por consiguiente, la irresponsabilidad financiera del Gobierno italiano, al cebar todavía más la bomba financiera de su deuda, no es un problema que afecte exclusivamente al gobierno de Italia sino que, por el hecho de formar parte de la moneda única, también afecta al resto de países miembros de esa unión monetaria. Es debido a esas profundas interdependencias, a través del banco central que compartimos y de los integración de nuestros sistemas financieros, por lo que todos los Estados que se sumaron al euro suscribieron el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Es decir, un acuerdo de sostenibilidad financiera que, en el fondo, era un pacto de no agresión mutua («yo no me endeudo si tú no te endeudas»). Italia se está saltando ese Pacto de Estabilidad y Crecimiento, ya que su deuda del 131% del PIB supera ampliamente el 60% acordado como límite máximo; y, lo que es peor, no está dando pasos en la dirección de corregir tamaño desequilibrio sino en la de agravarlo. Por eso la Comisión Europea hace bien en plantear la sanción a Italia si ésta se niega a rectificar sus planes presupuestarios. Porque, desde el momento en el que formas parte del euro, tus finanzas públicas ya no son un asunto que te afecte exclusivamente a ti, sino también a todos los restantes integrantes.