Opinión

Extender el Prado

La semana pasada empezaron las conmemoraciones que dentro de un año culminarán con el momento en que el Museo del Prado celebrará el doscientos aniversario de su fundación. Entre los muchos actos que se programarán los próximos doce meses, destaca la decidida intención de desplegar por la geografía española muestras relevantes de la colección de la gran pinacoteca. Las obras que se encuentran en los llamados «peines» de los sótanos del edificio diseñado por Villanueva son inagotables. Si alguien se ocupara de una adecuada gestión coordinada entre museo, principales ayuntamientos del país y comunidades autónomas esa iniciativa bien podría prolongarse en el tiempo y convertirse en una costumbre.

Tuve la suerte de vivir cinco años en Madrid, al lado del Prado, y tener cerca permanentemente su exhibición de obras maestras. No se me ocurre mejor manera de matar el tiempo que pasar una tarde entre sus muros y, desde que he vuelto a instalarme en Barcelona, echo de menos esas buenas costumbres. Por supuesto, en Barcelona hay museos estupendos, pero la colección del Prado es indiscutible; su fama es ya mundialmente conocida. Así que no puedo dejar de preguntarme cómo puede ser que, atendiendo a esa importancia y prestigio, todavía a nadie se le haya ocurrido la idea de abrir una extensión del Prado en Barcelona. Una delegación, digamos. Una franquicia para poder disfrutar regularmente de sus colecciones en la otra ciudad más importante de la península. Tanto como presumimos los catalanes de haber sido avanzada cultural y hoy en día somos incapaces de abrir nada que no sean delegaciones comerciales en capitales regionales. Mientras tanto, las colecciones particulares en Cataluña van desapareciendo y los galeristas barceloneses luchan cómo pueden contra esa despoblación artística.

Una extensión del Prado en Barcelona sería una gran idea para las dos principales urbes de nuestro país y muchos conciudadanos se alegrarían de ella. No hay mejor manera de vertebrar verdaderamente un país que a través de su cultura. Y en ese sentido, con sus dos siglos a cuestas, el Museo del Prado es el símbolo más emblemático y definitivo de todo lo que contiene nuestra cultura común.