Opinión

Popularidad o reforma

La rocambolesca peripecia de la renovación del CGPJ nos ha tenido en vilo las últimas semanas. Surgieron tantos golpes de efecto, tantos giros sorprendentes y afloraron tantas cuentas pendientes entre los magistrados, que probablemente se nos ha pasado por alto lo más emblemático de todo lo acontecido. Lo más llamativo ha sido sin duda que, en comparación con las anteriores renovaciones, por primera vez se ha roto un consenso tácito que existía entre población y políticos. Era un acuerdo conformista y resignado de no tomárselo por la tremenda cuando el legislativo hacía su gusto intentando influir en el poder judicial. La verdad es que la influencia resultaba más que relativa, porque la función del CGPJ es más de gestión personal -como se ha visto- y no tan ideológica como se pretende. Pero la paciencia de la calle, sus posibilidades de opciones de voto o el panorama mediático han cambiado mucho en los últimos años, y súbitamente los partidos tradicionales se han encontrado conque cosas que los votantes les toleraban hasta hace poco a regañadientes (como males menores de la estabilidad democrática) ahora son rechazadas porque se aspira a más. No es tanto que todos hayan querido hacer suya la farisea actitud del capitán Louis Renault en «Casablanca», diciendo escandalizado «aquí se juega» en el casino que frecuentaba. Es más bien que muchos de nuestros Renault particulares no tenían hasta la fecha forma aceptable de oponerse a esas prácticas consagradas sin sufrir algún tipo de trituración por parte de la maquinaria partidista.

La ruptura de la indulgencia para hacer y deshacer –que fue propia de nuestro bipartidismo del último medio siglo– abre un nuevo horizonte a la manera de solucionar este tipo de decisiones y problemas. En ese horizonte despoblado que se apunta y que vamos a tener que amueblar, solo aparecen, por ahora, dos proyectos para urbanizarlo. Uno es el populismo y el otro es el reformismo. Habrá a quién guste o disguste más uno que el otro. Habrá quien se sienta más cómodo con uno o con otro. Habrá opiniones para todos los gustos. Pero lo que parece evidente es que van a ser estas dos las opciones entre las que pronto estaremos condenados a elegir.