Opinión
Se armó el Belén
Esta expresión, además de servir de título a una película de Paco Martínez Soria, –que buen cine español, por cierto–, es utilizada vulgarmente cuando se quiere expresar que se ha producido un lío, un asunto confuso, desordenado, problemático o difícil de resolver. La expresión tiene un origen histórico y lo encontramos en la Biblia. Según el relato evangélico, el emperador ordenó a María y José ir a Belén a empadronarse para que Jesús naciera allí, pero la ciudad que encontraron cuando llegaron estaba sumida en el caos y la confusión por la cantidad de extranjeros que, como ellos, debían ir a Belén y cumplir con las órdenes del César.
El Belén de las representaciones populares no puede ser más caótico, en el cual parecen figuras tan populares como las lavanderas en plena noche de invierno. Ha llegado la época de armar el Belén en sentido estricto, esa representación en miniatura del misterio del nacimiento de Jesús. Esta tradición se le imputa a San Francisco de Asís, siendo extendida posteriormente por Italia y arraigada en España a través de la influencia napolitana, territorio hispano por aquella época. Recientemente en España, esta expresión alcanza su máximo paroxismo, creándose una especie de aliteración, puesto que aquí se arma el Belén cuando se arma el Belén.
Me explico, desde hace unos años ciertos responsables políticos, empresariales, etc., se oponen a que se monte el tradicional Belén, pretextando una laicidad que en España no existe –recordemos que España es un Estado aconfesional y no laico– y ello, alegando que puede ofender sentimientos no católicos. En esta época celebramos la Navidad y la celebramos todos, para los católicos porque nace Jesús, para las otras grandes religiones, judaísmo o el islam, aunque no lo celebren religiosamente, supone el nacimiento de uno de sus profetas, y para el resto de la humanidad, significa un fenómeno histórico de innegable trascendencia que marca nada más y nada menos que el nacimiento de una era –antes y después de Cristo–.
La pregunta es ¿por qué puede ofender o molestar una presentación de este acontecimiento que lleva siendo exhibido infinidad de años, donde nuestros hijos menores acuden año tras año con renovada alegría? Tengamos un poco de sentido común. Los estados no deben tener religión, pero sus ciudadanos tienen innegables sentimientos y emociones.
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