Opinión
A régimen
Para intentar desprestigiar la Constitución, los populistas gustan de usar una táctica un poco oblicua e hipócrita que consiste en llamar a la Transición el «régimen del 78». Evidentemente, no ignoran que al franquismo se le llamaba «el régimen» para abreviar. Usando para la Transición la palabra «régimen» intentan crear con eso unas asociaciones mentales en las nuevas generaciones que sugieran que el marco institucional democrático que escogimos en 1978 fue tan autoritario e injusto como el anterior. Todos sabemos que eso no es cierto y no me parece honrado intentar hacerlo pasar por verdad. No querer ver también que eso es una triste estrategia política es no querer ver la realidad.
Algo similar pasa con el otro «régimen», aquel que se han autoimpuesto estos días una facción de los políticos encarcelados por sus discutibles prácticas. Todos sabemos que la suya es una huelga para pedir –una vez más– privilegios; para que su caso vaya más rápido que los del resto de procesados de nuestro país. Sabemos también que obedece a la envidia de Puigdemont, al ver que Junqueras está quedando como más mártir que él. En la competición por el martirologio victimista, característico del catalanismo, es más mártir quien más sufre y en Waterloo, tan calentitos junto al fuego, necesitan un mártir rápido. Le ha tocado a la nueva chacha y por eso la siguen únicamente los presos de Puigdemont y no los de ERC. Queda claro que es una huelga (de juguete) buscando tapar otra huelga que fue la gorda, la de verdad. La huelga que, el pasado jueves 29 de noviembre, concentró en Cataluña no a un par de iluminados con intereses personales que renuncian al bocadillo, sino a colectivos importantes de bomberos, médicos, funcionarios, maestros y alumnos que pedían pan, todos contra el gobierno regional. Los independentistas necesitan cuanto antes algún evento para llenar titulares y que se olvide el destacado colapso político y administrativo del pasado «jueves negro». Lo de menos son los chistes sobre si el régimen habría de seguirlo el que está de buen año en lugar del pechuguino. Lo importante es que su régimen está ayuno de verdad mientras que, por suerte, la Constitución no está ayuna de libertades.
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