Opinión
El talento y la esperanza
El ingenio aristotélico está fuera de toda duda, no solo lo demostró en su ingente obra, sino y también en su agudeza intelectual a la hora de contestar preguntas de sus alumnos. Así, al ser inquirido sobre la diferencia entre los sabios e ignorantes, respondió que es la misma que existe entre los vivos y los muertos, y añadió que el saber, en la prosperidad, sirve de noble adorno, pero que en la desgracia se convierte en el mejor de los refugios, y no le falta razón. El saber está unido esencialmente al talento y este es un factor de progreso cuando se fomenta de forma adecuada. Si hay una actividad humana en la que debieran estar presentes por igual saber y talento, es el ejercicio de la política, de tal forma que los cuidados de lo común estuvieran confiados a los mejores.
Esto parecería indicar que la mejor forma de gobierno sería la aristocracia, entendida en un sentido aristotélico, una sociedad de personas libres regidas por los más excelentes, pero la cuestión es cómo se elige a aquellos, alzándose la democracia como el instrumento que permite que sea la voluntad popular la que los elija.
Para alcanzar este objetivo, una de las primeras obligaciones de los partidos políticos sería la de establecer criterios de promoción basados en el saber y en la excelencia para que así los ciudadanos pudieran elegir entre los mejores. Sé que esto suena como un auténtico cuento de navidad, demostrándonos el día a día lo alejados que estamos de tal ideal situación. Pero esto no es más que un ejemplo de lo paradójico de todo lo que acontece. El mal vende mucho más que el bien. Por ejemplo, una de las series que más éxito ha tenido en los últimos tiempos versa sobre la vida de una de las personas más malvadas que se ha conocido en las últimas décadas, un narcotraficante. Por el contrario, pocas series de ficción se hacen sobre verdaderos héroes que entregan su vida a ejercer la extrema solidaridad en comunidades africanas ayudando a los más menesterosos. En este contexto pensar que el saber, el talento y sobre todo el bien van a triunfar, resulta difícil. Mas el propio Aristóteles definió a la esperanza como el sueño de un hombre despierto.
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