Opinión
Serrat
Cuando yo era joven, los fachas no querían que cantáramos en catalán. Ahora siguen ahí, han cambiado de manía y lo que no quieren es que cantemos en castellano. Puesto que las dos terceras partes de los catalanes procedemos del mestizaje de ambas lenguas y usamos las dos con naturalidad, siempre vamos a tener que sufrir a alguno de estos cretinos pretendiendo prohibirnos una cosa o la otra. Le tocó a Serrat esta semana y respondió con brillantez, porque sabe que los actuales fachas no llegan ni a fascistas. Son solo autoritarios que se creen demócratas sin serlo.
Que se sepa: suele decirse que el separatismo ha aparecido de golpe por culpa de los errores del gobierno central pero no es cierto. Ya en el año 1977, cuando iba a visitar a mis primos en la comarca de Osona, me decían allí que Serrat no era canción catalana porque a veces cantaba en castellano. Yo llegaba a la Plana de Vic desde la ciudad con mis discos de aquel rock anglosajón recién descubierto, con los de bossa-nova que me traía mi tío gay desde París y con los de Víctor Jara que me descubría mi hermana de izquierdas. Insaciable, quería más y les enseñaba mis descubrimientos a cambio de información sobre los cantantes rurales en catalán. Cuando me hicieron saber que al creador de un temazo como «Mediterráneo» no lo iban a considerar canción catalana por las razones citadas, supe que estaban ahí ya esa xenofobia, supremacismo y exclusión que, finalmente, han salido del armario en los últimos años. Me fui al rock y me alejé de todo ese mundo tóxico.
Elías Canetti en «Masa y poder» sostenía que en los humanos existe un instinto de masa en permanente conflicto con un instinto hacia lo individual. Obsérvese que el espectador que quería imponerle idioma a Serrat lo exigía diluido entre el público. No tuvo la valentía de ir a uno de esos programas tan populares de tertulias para decir: «Me llamo concretamente fulano de tal y le exijo al señor Serrat que cante en la lengua que yo diga». Obviamente los artistas, como ya somos mayorcitos y tenemos nuestra propia cabeza sobre los hombros, jamás permitiremos que nadie menoscabe nuestra libertad ordenándonos en qué idioma hemos de cantar.
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