Opinión
Maniqueísmo en la sexualidad
La educación afectivo-sexual de los niños y adolescentes se está erigiendo en un campo de batalla político entre diferentes opciones hasta el punto de que algunos sostienen que los padres no tienen derecho a decidir sobre la educación sexual de sus hijos. Esto no solo ocurre en España. Si analizamos leyes y actuaciones de instituciones públicas de otros países, nos encontramos con posicionamientos que parten de que sus propuestas son las únicas válidas, generándose una especie de religión laica y maniquea que sostiene que sus postulados son la verdad y además es absoluta.
Estos posicionamientos que sostienen que solo hay una educación sexual exclusiva y que debe ser desarrolla en los colegios bajo una sola ideología desprecian un principio natural e histórico y es que los padres son los primeros educadores de sus hijos y tienen la responsabilidad y el derecho de elegir, dentro de las posibilidades reales, el modelo educativo y el entorno cultural en el que se formen sus hijos. Pero esto no solo alcanza esta naturaleza de principio, sino que está reflejado en numerosos tratados internacionales y, en nuestro caso, en la propia Constitución, donde tras sancionar que la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales, a renglón seguido, establece que los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
El art 27. 3 de la CE no hace más que reproducir el artículo 2 del Protocolo Adicional 1º al CEDH, y por ello se debe destacar que este derecho no solo lo es a recibir formación religiosa, sino también moral y que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Esta es una garantía especialmente impuesta frente a colegios públicos y, como tempranamente expuso el Tribunal Constitucional (STC 5/1981), la prestación ha de ser ideológicamente neutral y alejada del adoctrinamiento. En esta garantía se encuentra incluida la educación sexual y, por ello, se debe facilitar una formación educación afectiva y sexual que sea acorde con las evidencias científicas, la naturaleza y dignidad del ser humano y también con el marco de principios, valores y creencias de los padres.
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