Opinión

Asfixia

Resulta imposible refutar la vigencia hoy en día de Yeats. Se nos puede discutir que sea un poeta conocido por el gran público, pero la vigencia de sus palabras me parece innegable. En numerosas manifestaciones artísticas modernas nos tropezamos con él. Muchos desconocen, por ejemplo, que el título de la novela de Cormac McCarthy («No es país para viejos»), sobre la que rodaron una película los hermanos Coen con Javier Bardem, está tomado de la primera frase del poema «Navegando hacia Bizancio» de Yeats. Entre sus muchos versos perfectamente aplicables a nuestras circunstancias actuales, hay dos o tres muy certeros sobre el odio. Son aquellos que dicen: «ahogarse en el odio puede bien ser de los males el mayor. El odio intelectual es el peor, así que considere que las opiniones son odiosas».

Lo recuerdo cada vez que compruebo que, tan solo unas décadas atrás, había menos inquina entre derechas e izquierdas en nuestro país. Existió mucha en la muerte de Franco y todavía aún más, según cuentan, durante los años treinta, pero afortunadamente, desde hace un par de décadas, todo se había calmado un poco. Ahora parece que vuelve el encono y la saña. La idea actual de los partidarios respectivos de cada facción parece ser la de protegernos de los otros como si fueran enfermedades contagiosas o algo similar. Echo de menos el respeto básico por proyectos diferentes, suponiéndole de entrada al adversario una buena fe en su defensa por muy equivocadas que nos parezcan sus premisas. Falta eso en cada controversia: derechas-izquierdas, orden-desorden, separatismo-unidad, etc. En tal contexto, es fácil para los aprovechados sacar rédito de las emociones defensivas más primarias y romper la honestidad informativa y comunicativa, ignorando cualquier tipo de prueba objetiva de que el adversario pueda haber acertado alguna vez. Se convierten así las mentiras no en algo que sea bueno o malo por sí mismo, sino en algo conveniente para el objetivo de ganar como sea. Cuando nos ahogamos en el odio, la primera asfixia que llega es la de la verdad. Y resulta muy caro y trabajoso, para alguien medio asfixiado, realizar la tarea de contrastar adecuadamente la veracidad de las informaciones.