Opinión

El ejemplo de los Reyes Magos

Ayer celebramos la festividad de los Reyes Magos, un día cargado de emoción familiar ante los múltiples regalos que nos hacemos con motivo de la ocasión, pero no cabe duda de que se trata de un día que nos pone de manifiesto la importancia de la familia en un contexto como el actual. Dos conceptos se concitan en este día, la inocencia y la ilusión, la inocencia del niño que cree en la fantasía de la existencia de los Magos, creencia propia de la etapa de la infancia, en cuyo trascurso el niño necesita de mundos de fantasía que supongan un bálsamo frente a una realidad que a menudo no comprende. Durante la Navidad, realidad y fantasía se mezclan de una forma que hace nacer una sensación que nos acompañará toda la vida, especialmente para los que tenemos hijos y volvemos a vivir en ellos la ilusión que tuvimos en nuestra infancia. Junto a la inocencia aparece la ilusión, en la acepción consistente en la esperanza de que se cumpla lo que se entiende especialmente atractivo. Los niños viven esta inocencia con la ilusión de conseguir algo que anhelan. Y en el fondo, qué es la vida más que esto, un permanente anhelo de conseguir algo que ansiamos y que a veces se cumple y otras no. Por eso la esperanza es el sueño de los despiertos, y como se suele decir es lo último que se pierde, algo que conceptualizó Arthur Schopenhauer de una forma magistral con la frase «Quien ha perdido la esperanza ha perdido también el miedo: tal significa la palabra “desesperado”». Creo que es positivo que los niños crean en los Reyes Magos mientras no se conforma su capacidad para pensar de forma abstracta, y cuando esto ocurre, es el momento de desvelarles el secreto, y si tienen hermanos pequeños, incluso convirtiéndolos en cómplices para mantener la ilusión en aquellos, lo cual, les dotará de una gran responsabilidad. En las acomodadas sociedades europeas, algunos debieran trasladar esto al concepto de la sociedad del bienestar, abandonado la idea de que el dinero público no es de nadie y lo puede todo, el abuso de la solidaridad es tan pernicioso como la insolidaridad; el estado del bienestar es una obra conjunta de la que nadie puede apropiarse.