Opinión

Dicción y contradicción

Todos conocemos el protocolo de funcionamiento de la raza humana para ganarse ese optimista y generoso mote de animal racional. Consiste en que el cerebro envía las palabras a la boca y, en algún punto del recorrido, algo o alguien (una neurona, una sinapsis) se toma la molestia de comprobar que las palabras encargadas son las correctas, con su guarnición adecuada de argumentos y emplatadas con cierta gracia. Una vez hechas las comprobaciones, el ser humano las despacha hacia el paladar y que corra el aire allá afuera. Si lo que nos llega emitido por ese efluvio es un gran conjunto de contradicciones, cabe pensar que la cadena ha fallado en alguno de sus componentes.

Porque las contradicciones son algo que afecta exclusivamente a nuestros pensamientos sobre las cosas, pero no a las cosas en sí mismas. Las cosas son las que son, independientemente de nuestras opiniones sobre ellas. Cuando nos contradecimos, estamos usando, para interpretar la realidad, fórmulas parciales que no encajan entre sí. Las fórmulas son conceptos nuestros y posibles ficciones intelectuales. La realidad, en cambio, es la que es. Indiferente a nuestros pensamientos y opiniones. Cualquier éxito futuro dependerá, por tanto, de la mayor correspondencia que podamos conseguir entre nuestras opiniones y la realidad.

Este martes, el presidente Sánchez difundió una entrevista en la que aseguraba que el espacio liberal estaba huérfano en España y se ofrecía para llenarlo. También se despachó diciendo que su gobierno eran los únicos en España que defendían la Constitución. Acto seguido, insistió en la subida del salario mínimo, el aumento de la deuda, la inclusión de los becarios en los autónomos y el abandono de la senda del déficit, medidas que muy liberales no parecen. Lo remató explicándonos que va a intentar sacar adelante esos presupuestos aliándose con los que no respetan la Constitución. ¿Estamos seguros de que, en la cadena que une ese cortex pre-frontal y esas cuerdas vocales, existe control de calidad o más bien un duendecillo que cambia los argumentos al empaquetarlos? Habrá que llamar urgentemente al servicio de mantenimiento de Moncloa, porque mañana hay Consejo de Ministros.