Opinión
Tocqueville y lo correcto
Que la libertad de expresión no tiene sentido sin la libertad de pensamiento, es una máxima incuestionable que garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto previstas en el art. 16 de la CE. como algunos de los derechos más íntimamente vinculados al libre desarrollo de la personalidad. Hoy en día, se ha establecido un límite a esta libertad de pensamiento bajo la famosa expresión «lo políticamente correcto», cuyos contornos se encuentran confiados a unos pretendidos doctores de la fe democrática, los cuales, delimitan el espacio ideológico en el cual hay que moverse para poder ser presentable y admisible en sociedad, de tal suerte que todo aquello que se salga de este espacio, aunque esté dentro de nuestro marco constitucional, no es admisible; estos personajes son los que determinan lo que se puede discutir y en qué sentido, de tal forma, que el que se salga de este guion es un extremista.
Como decía Tocqueville, las dictaduras golpean groseramente el cuerpo, lo encadenan, lo torturan, lo limitan con detenciones, o lo aniquilan; pero ello ignora el alma, que intacta puede levantarse sobre la carne martirizada convirtiendo a la víctima en héroe. Por contra, como adelantaba el pensador, en los regímenes inertemente democráticos no se ataca al cuerpo sino el alma, siendo esta a la que hay que encadenar o suprimir. En resumen, el eslogan es –eres y libre de pensar como yo o no, pero si no piensas como yo, no castigaré tu cuerpo, no afectaré a tu libertad de movimientos, ni confiscaré tus bienes, ni tan siquiera afectaré tus derechos políticos–, sencillamente, como decía Tocqueville «podrás votar, pero no podrás ser votado porque yo sostendré que eres un ser impuro, un loco o un delincuente... La gente no te escuchará. Más aún, los que piensan como tú, te abandonaran para no sufrir el castigo».
Las palabras del filósofo francés se adelantaron a lo que hoy denominamos «lo políticamente correcto», y el que se salga del guion está fuera del escenario. Pero esto dura lo que dura, siempre hay un niño que grita «el Rey va desnudo» y de pronto la multitud cae en la realidad y se da cuenta de la gran farsa que algunos habían creado produciéndose una bendita catarsis.
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