Opinión

Macabro

En Cataluña, la lluvia, la nieve, la posible caída de meteoritos y cualquier fenómeno adverso son todo, si hemos de hacer caso a las noticias de TV3, culpa del Gobierno central. El sábado por la mañana, pocas horas después del accidente de tren de Manresa, cuando aún se desconocían las causas, aparecía ya en TV3 el consejero regional del ramo dando a entender sin pruebas que la culpa del accidente era del Gobierno de Madrid.

Por el amor de Dios, en el accidente había muerto una conductora y estaban ingresados varios heridos graves. Un poco de respeto con las personas. ¿No podía esperar ni siquiera unas horas a que se enfriaran todas esas heridas para intentar hacer un uso partidista de la catástrofe?

Ese uso macabro de la política quedaba realzado por la perilla puntiaguda del consejero y un peinado como si le hubiera lamido una vaca, pareciendo haber sido extraído directamente de una novela gótica de Drácula del siglo XIX. Yo creo que los catalanes nos merecemos algo menos rancio y tronado que eso para resolver los problemas.

Uno de los mejores logros de la política de los últimos años ha sido ese consenso intelectual de que los muertos y las víctimas no deberían ser usados políticamente por los partidos en liza. Hay que guardar cierto respeto por las personas que sufren en esos trances tan duros y esperar siempre los dictámenes técnicos. Pero con estos intentos de manipulación tan groseros y el panorama de ignorancia, desinformación y propaganda que nos encontramos en las comarcas profundas donde solo se escucha TV3, no se extrañen si dentro de poco aparece algún conspiranóico con la demente teoría de que el accidente ferroviario de Manresa lo ha provocado un agente enviado desde Madrid para sabotear ex profeso las negociaciones entre independentistas y socialistas.

Este empobrecimiento de la percepción política entre la población, a causa de la demagogia argumental de los responsables políticos, es algo muy preocupante. Algo que el consejero autonómico debería reexaminar a solas, en la intimidad de su dormitorio, cuando vaya a descansar esta noche colgando boca abajo de su viga habitual con los brazos cruzados sobre el pecho.