Opinión
Lamentos
Hoy se reanuda el juicio por el «procés» y esta columna madrugadora pronostica ya que nos vamos a encontrar otra vez con los tintes místicos en las declaraciones de los procesados. No es una manera de actuar infrecuente en las cosas que vienen de Cataluña últimamente. El pasado miércoles 6 de este mes de febrero, Roger Torrent, presidiendo el parlamento regional de Cataluña, le cortó el micro nada menos que a la jefa de la oposición, impidiéndole la palabra. Al día siguiente, el vicepresidente autonómico Pere Aragonés reconoció implícitamente en la radio que llevó los diálogos gubernamentales fuera de las instituciones porque dentro de ellas no podían hacerse al margen de la ley. Y él lo que deseaba era precisamente eso: un diálogo al margen de la ley. Es como si alguien te invitara a unas negociaciones para atracar una joyería y, cuando te negaras a participar en una cosa así, te acusara de que no te gusta el diálogo.
En el mismo programa, Aragonés dejó claro que, cuando sus convicciones y la ley colisionan, a él lo que le parece correcto es revisar la ley y no revisar sus convicciones. El problema de este tipo de trayectos morales es que su lógica es la misma que anima a los partidarios de la pena de muerte. Es decir, si alguien está convencido de que hay que matar a los malos y la ley prohíbe matar, el creyente llega a la curiosa conclusión de que lo que hay que cambiar es una ley razonable para que se adapte a sus propias convicciones, en lugar de pensar que sería más sensato revisar esas convicciones. Es la actitud más clásica del fanático, bien conocida porque violenta la lógica racional poniéndose en el terreno de lo místico.
Por eso resulta chocante que Roger Torrent, Junqueras, Torra o Aragonés se extrañen luego y nos peguen esas enormes lloradas en Tribunales y Parlamentos quejándose de que se les considera fanáticos. ¿Qué esperaban? Su manera de tratar la lógica no permite otra posibilidad. Afortunadamente, como el ser humano es ondulante, ocasionalmente se apean del modo místico. Pero si de verdad les gusta tanto el diálogo, ¿por qué quieren irse fuera de las instituciones para hacerlo y dentro le cortan el micro a la jefa de la oposición?
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