
Opinión
La felicidad
Bendita sea la visión del agua de manantial corriendo entre piedras. Su estampa es tan común y tan comprensible que nos ayuda a expresar con una simple imagen un montón de cosas diversas. Define perfectamente la sensación que me provocó el saber que Carlos García Gual ingresaba por fin este domingo pasado en la Real Academia Española de la lengua. No conozco personalmente a García Gual, nunca nos hemos encontrado en ningún sitio, ni tenemos parentesco alguno. Pero sí he tropezado innumerables veces con su firma en prólogos de libros exquisitos o en la cubierta de ellos. Es un helenista, es decir un hombre dedicado a la antigüedad clásica: el cronotopo de donde brotan muchos de nuestros conceptos y preceptos actuales. Una gran parte de ellos siguen mostrándose válidos y operativos. No es poco, porque olvidamos tantas veces todos los demás conceptos que se han ido quedando por el camino de la historia humana, expulsados de ella por necios o impracticables.
Las instituciones son importantes porque salvaguardan cosas que serán en el futuro importantes para todos. No tengo una idea de la felicidad como algo permanente, sino más bien como una estadística media de la calidad de los momentos. Pero, precisamente por eso, me parece un momento feliz el ingreso de un escritor como García Gual en la RAE. Mucho más si tenemos en cuenta el discurso con el que ha celebrado su ingreso. Estaba dedicado a rastrear el inicio de los relatos de ficción más o menos sentimentales y prosaicos en la antigüedad grecolatina. O sea, a cuando empezaron ya las novelas sin ser ni siquiera conocidas todavía con ese nombre. Hablamos de ese tipo de relatos donde, al final, un futuro inmutable siempre cristalizaba en una conjunción de la felicidad con la variada gastronomía de la ornitología de la perdiz.
Para quienes el arte y el hechizo de esos relatos se nos ha convertido al final en un placer y desafío profesional que ha marcado nuestra vida, no puede haber cosa más deliciosa que una indagación de ese tipo. Ver llegar a nuestras instituciones esos estudios hace pensar que quizá sí, puede que –en contra de lo que parece indicar la telebasura– estemos, poco a poco, civilizándonos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar