Opinión

Sumisos con el asesino

Un asesino, miembro de la banda terrorista catalana «Terra Lliure» que adaptó un explosivo al pecho de José María Bultó el 9 de mayo de 1977, es el convocante de la huelga a favor de los golpistas prevista para hoy en Cataluña. Carlos Sastre, asesor de Mas, fue condenado como coautor del terrible crimen de Bultó a 48 años de cárcel, de los que cumplió once de ellos. Los terroristas de «Terra Lliure» gustaban de usar ese método para no fallar en sus objetivos. El matrimonio Viola lo experimentó años más tarde. Ahora, el tal Sastre se ha convertido en el convocante de las huelgas separatistas y golpistas, y una parte muy significativa de Cataluña se suma a sus convocatorias sin remilgos ni titubeos. La degradación ética y moral de ese sector de Cataluña ha alcanzado las soterras de las cloacas. El asesino convoca y los catalanes separatistas acuden. Por separado o como instituciones, como es el caso del Fútbol Club Barcelona que se ha sumado a la huelga separatista respondiendo a la llamada del asesino de Bultó.

El presidente del Barcelona y miembros de su Junta Directiva visitaron semanas atrás, y abandonaron la cárcel-hotel de Lledoners muy compungidos. Y ahora secundan la huelga convocada por un terrorista en apoyo a los golpistas que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo. Quizá ignoran los mandatarios de ese importante club, que en el resto de España hay tantos, o más, aficionados al fútbol que son y se sienten barcelonistas que en Cataluña. No lo entiendo, pero así es. En mi propia familia hay alguno de esos.

El Barcelona ha suspendido la jornada de entrenamientos –ellos dicen «entrenos»–, y ha dejado con toda claridad en donde se ubica el club, en la anti-España, en el independentismo y en el golpismo. Y todavía hay necios en el resto de España, que nada tienen que ver con las raíces catalanas ni con Cataluña, que se afanan en seguir apoyando a un club profundamente antiespañol que sin España no sería nada. Resulta incomprensible, pero así es si así os parece, usando de la fórmula pirandelliana, que así nos parece porque así es.

El Barcelona autoriza a exhibir mensajes en pancartas de grandes dimensiones que humillan a España, a su Estado de Derecho, a su proyección internacional, a su Justicia y a su libertad. Que humillan al Rey, que nuevamente ha recordado con firmeza que no se puede apelar a una supuesta democracia por encima de la Ley. Lo ha dicho en su discurso de recepción del Premio de la Paz y la Libertad que concede la Organización Mundial del Derecho, reunión de miles de miles de prestigiosos juristas de todo el mundo y que no fue fundada por Dolores Delgado ni Baltasar Garzón, sino por Winston Churchill. Premio este que también recibió Nelson Mandela y no Carlos Puigdemont.

Atentar contra los sentimientos barcelonistas de millones de barcelonistas que nada tienen que ver con el independentismo catalán se me antoja más que arriesgado. Por otra parte, en los primeros equipos de fútbol y baloncesto –ganadores con trampa arbitral de la Copa del Rey–, hay menos catalanes que en la sección de empaquetamiento de regalos de Papá Nöel en Groenlandia. La globalización se come a la aldea, y el Barcelona intenta compaginar el horizonte con la torre del campanario. Desestima al Rey y acepta con agrado la imperativa exigencia huelguista de un asesino condenado y confeso.

Los medios de comunicación especializados en el deporte no han querido divulgar la roña de esta actitud. La izquierda española es mayoritariamente anti-española, y por ende, barcelonista. El Real Madrid, que es sólo un club, y el más importante del siglo XX y lo que llevamos de XXI, representa fuera de nuestras fronteras a España. Como el Atlético, como el Sevilla, como el Valencia... El Barcelona representa al separatismo catalán y obedece sumiso a la convocatoria de un terrorista.

Y no hay vuelta de hoja.