Opinión

El Rey y la democracia

El Rey Felipe VI ha vuelto a demostrar su valiente compromiso con el pueblo español, de tal suerte que, como hizo su padre, en momentos difíciles ejerce de aquello que más identifica su función, simbolizar la unidad y permanencia del Estado. Recientemente, con motivo de una comparecencia pública y en un momento delicado cuando menos, ha dicho que es inadmisible «apelar a una supuesta democracia sin respetar la ley», añadiendo que «sin el respeto a las leyes no existe ni convivencia ni democracia, sino inseguridad y arbitrariedad».

Verdades como puños cuya obviedad, lejos de resultar inane, se convierten en expresiones que superan cualquier ejercicio de retórica para convertirse en solemnes mensajes. Son frases que en cualquier otro momento resultarían intrascendentes en cuanto resumen la esencia de un sistema democrático, pero que, en este momento especial de nuestra historia, suponen magníficas alocuciones a un pueblo que necesita y desea creer en su régimen político, así como en sus normas de convivencia para seguir avanzando. A veces lo obvio se convierte en lo mas efectivo frente al discurso de la negación plausible o el arte de ocultar la verdad.

Que frases tan racionales y objetivas resuenen con tal contundencia sin necesidad de adornos, efectismo o dramatismo, nos sitúan frente a la trascendencia de este momento histórico. Algunos desprecian la ley y la justicia, buscando tan solo el relato, pero no el relato histórico sino el novelado, esto es, un género en el que los hechos históricos se sacrifican y ceden ante los hechos inventados, en definitiva, una suerte de historia novelada donde aquella es manipulada para destacar las teorías de su autor sacrificando la verdad del relato histórico. No importa. Resultarán estériles estos intentos. En un sistema democrático el principio de legalidad es su esencia y cualquiera trasgresión a la ley determina una reacción prevista en la misma, donde el relato novelado resulta fútil ante la fijación de los hechos históricos.

La negación plausible se utiliza en el derecho anglosajón para ofrecer alternativas racionales ante una acusación, y así debe ser entendida, una facultad que otorga el derecho de defensa y nada más. Hoy en día, la inmediatez de la información, la pluralidad de los medios de comunicación y, especialmente, la madurez de nuestra sociedad civil consiguen que los relatos novelados tengan vida exigua.