Opinión
No se paga distinto por hacer lo mismo
Una de las principales reivindicaciones de la huelga feminista del pasado 8 de marzo es la de acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres: es decir, que hombres y mujeres cobren lo mismo por el mismo trabajo. En este sentido, suele afirmarse que los hombres perciben un salario medio un 23% superior al de las mujeres, lo que vendría a revelar la opresión patriarcal a la que están sometidas en el mercado laboral capitalista. Sin embargo, la realidad es bastante más compleja de lo que las consignas habituales de la izquierda nos quieren hacer creer.
La brecha salarial se explica internacionalmente por la influencia que ejerce el embarazo sobre la carrera profesional de las mujeres. En Dinamarca, Suecia, EE UU, Reino Unido y Austria, mujeres y hombres perciben el mismo salario medio hasta el momento previo al embarazo y, a partir de ahí, se abre una brecha entre el 20% y el 40% entre el sueldo medio de los hombres, y aquellas mujeres con niño (si bien no existe brecha entre el sueldo medio de los hombres y el sueldo medio de las mujeres sin niño). Es lo que se conoce como «penalización salarial por niño» que, como decimos, recae exclusivamente sobre las mujeres. ¿Y por qué lo hace? Pues porque las mujeres ven alterado su desarrollo profesional como consecuencia de la crianza de sus hijos.
Primero, las mujeres tienden a escoger ocupaciones a tiempo parcial en mayor medida que los hombres para poderse hacer cargo del cuidado de lo hijos: en España, menos del 8% de los hombres trabajan a tiempo parcial, frente a casi el 25% de las mujeres. Así las cosas, si corregimos la brecha salarial del 23% por el número de horas trabajadas, ésta se reduce hasta el 14%. Se trata, dicho sea de paso, de una de las menores brechas salariales por hora trabajada de toda Europa: en Alemania y Austria es del 22%, en Islandia del 17% y en Francia y Dinamarca del 15%.
Segundo, las mujeres también tienden a escoger –en términos promedios– empleos que les permitan una mayor flexibilidad horaria y que no supongan asumir mucha responsabilidad interna (en tanto en cuanto los puestos de alta responsabilidad suponen un grado de implicación en la vida de la empresa mucho más absorbente que los puestos de menor responsabilidad). Alrededor de dos tercios de la brecha salarial horaria del 14% desaparecen una vez ajustamos el salario por el tipo de sector y el nivel de responsabilidad en el que en términos medios están ocupados hombres y mujeres. O dicho de otro modo, la brecha salarial por hora ajustada al tiempo de empleo y grado de responsabilidad es sólo de alrededor del 5%.
Y tercero, ese 5% restante de brecha salarial se explica por las diferencias de productividad entre hombres y mujeres que cuentan con una carga de trabajo divergente. Si un abogado trabaja doce horas en preparar sus casos, probablemente gane más del doble que un abogado que sólo trabaje seis: el hecho de que las mujeres prefieran, en promedio, jornadas laborales más cortas también afecta a la productividad media por cada hora trabajada.
Éstas son, en esencia, las causas que determinan la famosa brecha salarial. No existe una discriminación directa contra la mujer por el hecho de ser mujer: no es que los empresarios vean a una mujer y se coaliguen para pagarle menos. Pero que podamos descomponer y explicar la brecha salarial por razones distintas a la discriminación directa tampoco significa que ésta sea irrelevante. La brecha salarial podría apuntar a otros problemas más de fondo que son los que acaso habría que solucionar: el reparto de tareas domésticas entre hombres y mujeres, los techos de cristal, la dificultad para conciliar la vida familiar y profesional, etc. Todos debates pertinentes a mantener. Pero dejemos de repetir que se cobra distinto por hacer lo mismo.
El Gobierno renuncia a la contrarreforma laboral
Sánchez está decidido a gobernar a golpe de decreto-ley hasta un minuto antes de las elecciones. Se trata de ir comprando votos y generando afinidades desde el BOE sin importar el perjuicio a corto y medio plazo que se esté ocasionando sobre la economía española. Ahora bien, tales decretos deben ser ulteriormente convalidados por la Diputación Permanente del Congreso y no está claro que el Ejecutivo socialista cuente con todos los apoyos necesarios como para convalidar la totalidad de sus decretos. Por fortuna, parece que una de las medidas que mayor oposición parlamentaria está generando es la contrarreforma laboral, motivo por el cual el Ejecutivo ha renunciado finalmente a tramitarla durante la presente Legislatura. Un consuelo parcial, dado que, según las mayorías que se configuren tras el 28 de abril, el PSOE podría volver a la carga contra la reforma que ha dinamizado el mercado de trabajo.
Mediocre libertad económica
Libertad económica y prosperidad van internacionalmente de la mano. Los países más libres tienden a ser, también, los más prósperos. Por eso es importante que los gobiernos se preocupen por salvaguardar y ampliar la economía de mercado de sus países. Por desgracia, España no es un ejemplo ni de economía libre ni de gobierno que se preocupe por convertirnos en una economía libre. Esta semana, la Fundación Heritage ha presentado en España el llamado Índice de Libertad Económica: de acuerdo con este ranking, nuestro país es menos libre que Irlanda, Holanda, Dinamarca, Estonia, Luxemburgo, Suecia, Finlandia, Lituania, República Checa, Austria, Letonia, Bulgaria, Malta, Rumanía, Chipre, Polonia y Bélgica. Es decir, estamos muy por detrás en aquellas variables que condicionan la generación de riqueza. La prioridad económica del próximo Gobierno debería ser la de aumentar esta libertad.
El BCE vuelve al rescate
La economía europea languidece por falta de reformas y uno de los responsables de esa falta de impulso reformista es el Banco Central Europeo. La entidad ha estado dopando durante años a la economía europea con inyecciones de liquidez que han desincentivado a todos los gobiernos a modificar cualquier aspecto de sus marcos institucionales. Tan pronto como esas inyecciones han tocado a su fin –o se ha anunciado que iban a tocar a su fin–, el crecimiento de la Eurozona ha vuelto a estancarse y el BCE ha salido nuevamente al rescate prometiendo, esta misma semana, nuevas líneas de refinanciación. El Viejo Continente padece de muy serios problemas estructurales que ningún gobernante está interesado en atajar mientras el BCE le siga salvando la papeleta con provisiones masivas de crédito barato.
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