Opinión

Los Galeotes

En la primera parte del Quijote nos encontramos con el capítulo de los Galeotes o «De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir». Este episodio comienza cuando don Quijote ve que por el camino vienen 12 hombres esposados y encadenados, dos hombres a caballo con escopetas y dos a pie con dardos y espadas. Sancho le explica a don Quijote que son galeotes, hombres que por sus delitos han sido condenados a servir al rey en las galeras. El caballero entiende que es su deber ayudarlos porque los cree injustamente condenados decidiendo liberarlos y tras conseguirlo les pidió que le acompañaran.

Ante tal rogatoria, recibió no solo una negativa, sino una lluvia de piedras, y tras caer de Rocinante, uno de los galeotes le quitó la bacía de la cabeza usándola para golpearlo; por si fuera poco, los galeotes les roban la ropa, dejando a Sancho casi desnudo. Tras ello, el Caballero comprendió que no es costumbre entre bellacos y felones la de ser agradecidos, concluyendo con la siguiente frase «siempre Sancho lo he oído decir, que hacer el bien a villanos es echar agua en el mar». En una Democracia quien decide lo que es un villano en el sentido de delincuente son nuestros Tribunales, legítimos no solo por previsión legal, sino porque ejercen un poder emanado del pueblo soberano a través del refrendo de la constitución. Hoy se prodigan por el panorama nacional emuladores del Caballero de la triste figura, no en modo de liberación de presos, porque así acabarían ellos, sino en un modo de ejercicio de una temeraria y soberbia solidaridad , pretendiendo en definitiva la deslegitimación de la justicia, mas deberían aprender de este pasaje cervantino.

Cuando Concepción Arenal decía aquello de odia el delito y compadece al delincuente, en España, como en el resto del mundo, se desenvolvía un sistema muy represivo de justicia, a la vez que precario en garantías, situación muy distinta a la actual, en la que gozamos de un régimen de amplias libertades. Compadecer significa sentir tristeza al ver padecer a alguien, algo muy diferente a justificar y ensalzar al delincuente. Muchos de estos emuladores de Don Quijote terminarán como él mismo, descabalgados y sufriendo la ingratitud del malhechor.