Opinión
Encuesta abajo
Estamos de nuevo en campaña electoral y nos vemos rodeados una vez más por todo tipo de sondeos. Los hay de los más diversos colores: los que dicen una cosa y los que dicen la contraria. Se supone que una encuesta por debajo de tres mil personas no sirve de mucho, pero tampoco está muy claro que con más público se convierta automáticamente en ninguna panacea. Cuanto más amplio el muestreo, más fiable es, pero más trabajo comporta y más caro resulta. Como somos pobres, andamos siempre con estadísticas precarias e incompletas –incluso las oficiales, por partidistas– y es frecuente oír rumores de que el poder oculta sondeos completísimos, guardados bajo siete llaves, que nunca se hacen públicos para poder tomar decisiones con ventaja. A todas estas leyendas en torno a las encuestas, hemos de añadir una mala noticia final que ingenuamente olvidamos muchas veces al hacerlas. Es sencillamente que los seres humanos, además, mentimos.
Eso es lo que nos recuerda Stephen Davidowitz, científico de datos, en su libro Everybody Lies («Todos mienten», Ed. Capitán Swing). En él, nos describe el divertido episodio de cómo en internet las mujeres norteamericanas afirmaban tener sexo 55 veces al año y, en el 16% de esos casos, hacerlo usando protección profiláctica. Eso supondría un consumo cada año de 1.100 millones de preservativos en el mercado estadounidense. El problema es que las ventas de la industria del látex son solo de 600 millones anuales. Como resulta altamente improbable imaginar la pringosa existencia de un mercado negro de anticonceptivos usados de segunda mano (el reciclaje no ha llegado tan lejos) queda claro que sobre esos temas no se está diciendo la verdad.
De todo ello podríamos concluir que los sondeos están deslizándose en los últimos tiempos por una innegable pendiente de desprestigio. Las estadísticas de las búsquedas concretas que hacen realmente las personas en internet (algo fácil y barato de cuantificar) lo ponen cada día más de relieve. Tampoco estaría mal sacar de todo esto una lección colateral. Sería sobre la dudosa efectividad de los cordones sanitarios. En el ejemplo citado los había y, a la hora de la verdad, ya ven para lo que han servido.
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