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Opinión
El juego de la gallina
Se dice que la teoría de juegos es una importante herramienta para la teoría económica y permite comprender más adecuadamente la conducta humana frente a la toma de decisiones, pero es que además algunos de sus ejemplos nos ayudan a comprender mejor algunos de los acontecimientos recientes de nuestra historia como país. Con carácter general la teoría de la paz democrática explica que el debate público y abierto en la democracia envía información clara y fiable acerca de las intenciones de los gobiernos hacia otros estados; pero el que más encaja en el caso de España sería el del juego de la gallina, que como James Dean nos enseñó, es una competición de automovilismo o motociclismo en la que dos participantes conducen un vehículo en dirección a la del contrario y el primero que se desvía de la trayectoria de choque pierde y es humillado por comportarse como un gallina.
El juego se basa en la idea de crear presión psicológica hasta que uno de los participantes se echa atrás. Se considera la alta probabilidad de que uno de los jugadores siempre se va apartar como consecuencia de su condición humana. Pareciera que algunas autoridades catalanas, al margen de otras responsabilidades, se empeñaran en jugar a este juego, pasándose el testigo unos a otros, pero el problema es que lo hacen de forma errónea, porque enfrente no tienen a un contrincante o competidor, sino un muro lleno de legalidad y de legitimidad, el cual no se va a apartar porque su inamovilidad se la trasfiere el estado de derecho.
Otro juego que también se puede aplicar a nuestro país es el de suma cero, en el que los beneficios y las pérdidas de todos los jugadores suman el mismo valor, porque se gana exactamente la cantidad que pierde el oponente, y es que algunos consideran así el ejercicio de la política, ganas cuando mas pierde el adversario, y esto es plausible en votos, pero no en ideas ni impuso político. La suma de todos es deseable y nunca debería dar cero, porque así lo demanda la ciudadanía, y esto no es más que el necesario consenso político del que tanto saben los alemanes en los últimos tiempos. ¡Qué envidia nos da ese gobierno de coalición que permite la estabilidad tan deseada por sus ciudadanos!
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