Opinión
Pamplinas
Hoy en día sufrimos una necesidad inducida de sensacionalismo. Es un triste y barato efecto de la guerra de audiencias entre medios y redes sociales. Para captar la atención del público, solo se sabe usar el susto y el sobresalto aunque sean inventados. Surgen así, de pronto, polémicas falsas y estériles como la de las armas. Todos sabemos que una iniciativa de ese tipo sería una ruina porque son comúnmente conocidos los tiroteos en los colegios que hay en los lugares donde la venta de armas es fácil; también sus cifras de violencia y muertes. Conociendo el gran número de chiflados que es habitual en la raza humana y conociendo también de entrada que una pistola es una herramienta específicamente concebida para matar congéneres, el simple sentido común hace el resto. Y, para estos casos, la opinión del especialista policíaco es además el mejor indicador.
A pesar de ello, siempre aparecerán polemistas que querrán pasar por encima de toda esta sensatez y complicar las cosas situándolas en un plano tan dudoso, abstracto e ideologizado como el de la libertad del ciudadano frente al estado. A mí me encantan las deliberaciones abstractas, pero hacer ese ejercicio con temas en los que hay niños violenta e injustamente muertos suena a disparate. Me parece que ponerse sofista con esos casos puede considerarse un simple bla-bla-blá un poco fariseo.
Ahora bien, mientras crear polémica y psicosis esté bien pagado, no duden que siempre aparecerá alguien dispuesto a buscar razonamientos que justifiquen lo indefendible. Hace muchos siglos que ese comportamiento lo retrataban los satíricos griegos. Y es que el hombre es muy antiguo; el mundo muy viejo y repetitivo. Basta dirigirse sencillamente a «Las Nubes» de Aristófanes, una maravilla de obra. En ella, ese tipo de conductas son desvestidas y fustigadas con el látigo de la sutileza. Por ejemplo, aparece Sócrates preguntándole al pamplinas de Estrepsíades si tiene memoria. Este reconoce que, si le deben, la tiene excelente, pero que si es él quien debe la tiene fatal. Ahí quedan retratados ya todos los futuros defensores de las pistolas y la facilidad con que olvidarán todas las vidas segadas que deben a la humanidad.
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