Opinión

Hermenéutica

Lo importante de la declaración de Ferran López, el segundo de Puigdemont, ayer en el juicio del «procés» no fue tanto el golpe de efecto de relatar cómo les amenazó Puigdemont con la independencia, sino otra cosa que los retrató a todos. López usó el verbo «interpretar» para explicar por qué los Mozos permitieron ocupar los edificios públicos a los independentistas dos días antes del falso referéndum. Explicó en su declaración que «interpretaron» que las butifarradas y los talleres diversos que se usaban de excusa no se salían de lo normal. El fiscal, puesto que hay temas más importantes que dilucidar, prefirió dejarlo escapar vivo y no preguntarle qué significa para él «interpretar» y «normalidad» en ese contexto.

Pero la hermenéutica, tanto en filología como filosofía, ha estudiado ampliamente la interpretación y sus posibilidades de sesgo y manipulación. En Cataluña, jamás se había visto en ningún fin de semana tal concentración de butifarradas o talleres colectivos como se dio la víspera del 1-O. Asimismo, aquellos días todos los medios de comunicación y redes del catalanismo llamaban de una manera indisimulada en voz alta a sus acólitos a encerrarse con excusas así en los locales públicos. Era público y notorio y todos los catalanes, de uno u otro signo, estábamos tensos pensando que ese comportamiento anómalo iba a provocar conflictos. Por tanto, asegurar que los Mozos salieron esos días a la calle y no vieron nada anormal es pretender que eran ciegos o percibían la realidad peor que el mítico Rompetechos. Suena a muestra clara de negligencia y ponerse de perfil; de no querer hacer nada y buscar para ello la peor excusa del mundo.

Trapero y López parecen perseguir la idea gremial de que ellos fueron un cuerpo estrictamente profesional atrapado entre dos políticas enfrentadas. Pero no cuela porque olvidan una cosa fundamental. Y es que, en otras instituciones, uno puede intentar colocarse en una posición equidistante cuando se ve en un brete político. Pero la policía, si es verdaderamente profesional, no puede colocarse en ninguna equidistancia entre ley y delito porque eso sería precisamente renunciar a hacer su trabajo.