Opinión

La modernidad líquida

La lectura del ensayo de Antonio Muñoz Molina «Todo lo que era sólido» podría generar un estado de melancolía similar al de la Copla de Jorge Manrique en la que rezaba «cualquier tiempo pasado fue mejor», pero no es así; describe una melancolía que no es negativa, que no nos hace caer en un estado de autocompasión y resignación que nos puede desviar de una objetiva perspectiva valorativa, sino al contrario, nos motiva a luchar por un futuro mejor tratando de recuperar lo bueno del pasado mejorando el presente.

En esta línea de abandono de lo sólido por otros estados, nos encontramos con la teoría del sociólogo Bauman, el cual acuñó los conceptos de modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas del pasado, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido, dando paso a un mundo más precario, provisional, donde la novedad es la esencia. Considero que un equilibrio entre formas sólidas, líquidas y gaseosas es bueno, lo que se debe producir es una adecuada elección del estado para cada uno de los contextos y bases en las que nos movemos, y así, en la aplicación del derecho la solidez es necesaria, por lo menos, en aquellos aspectos más esenciales de un ordenamiento jurídico.

La seguridad jurídica no puede transformarse en una especie de precipitado de un druida aplicador voluntarista para el que el fin justifica cualquier retorcimiento en la aplicación de la norma, para el que la interpretación se confunde en una suerte de moldeado a gusto del interés propio, abandonando la esencia de la aplicación del derecho. La justicia es el principio fundamental de la moralidad, virtud entendida como la aplicación escrupulosa de las normas que regulan las relaciones de los individuos o grupos de individuos en cuanto partes del todo social, y esto es la esencia del derecho. La justicia como valor solo podemos llegar a vislumbrarla en la seguridad jurídica, la cual, exige una correcta aplicación de las normas, lejana a intereses propios y personales, y especialmente de los prejuicios. La distancia con el conflicto no es física, es intelectual, al igual que la honradez. También en el Derecho hay que buscar todo lo que era sólido.