Opinión
La última oportunidad
El Brexit le queda muy poco para concluir por sí mismo un triste evento europeo de tanta magnitud como incertidumbre, en el que nos han colocado los británicos, especialmente sus gobernantes, los cuales no han estado a la altura de sus responsabilidades en momento alguno. Se ha pactado de nuevo una fecha final, el 31 de octubre, con una revisión en el Consejo de junio y siempre con la puerta abierta para que, si se logra encontrar una vía en Westminster, el Reino Unido se vaya antes. Esto quiere decir que, si May no logra acuerdo de salida con la Unión Europea en breve, habrá elecciones y habrá eurodiputados electos; se elige octubre para que no puedan elegir comisario europeo y los eurodiputados electos se vayan sin haber generado actividad alguna. Pero entre tanto, se abre un nuevo escenario en el que pueblo británico puede convertirse de nuevo en protagonista; ante la imposibilidad de convocar un nuevo referéndum en el que ningún partido político defendería por cobardía el sí a Europa, las elecciones europeas se convierten en sí mismas en un plebiscito sobre el grado de afección de la ciudadanía británica a Europa, de tal suerte, que una alta participación supondría casi una reversión del referéndum, de lo cual tendrían que tomar buena nota los políticos británicos; otro efecto colateral de este último estertor europeo, si fuera refrendado por una gran parte del pueblo británico, consistiría en que obligaría a convocar elecciones en Gran Bretaña, puesto que el pueblo demostraría que tiene una idea muy diferente de la permanencia en Europa respecto de sus gobernantes. Por el contrario, una baja participación supondría una ratificación del resultado del referéndum, situándonos en una posición en la que la salida de Gran Bretaña debería ser inmediata. Mientras tanto, la cuestión es determinar si Gran Bretaña es en la actualidad un socio de fiar. La última esperanza es la reacción el pueblo británico, y desde Europa se debería intentar una neutra campaña de promoción en la participación en las elecciones al Parlamento Europeo, depositando en el pueblo británico la última palabra, y, sobre todo, convertirlo en dueño de su destino colectivo al margen de sus políticos, los cuales han fracasado respecto del reto que plantearon. El pueblo británico tiene la última palabra y no debe desaprovecharla.
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