Opinión
Responsabilidad y sacrificio
Ya ha finalizado la Semana Santa, la Semana Mayor, cuyo significado siendo cristiano, ha dado lugar a un periodo vacacional cuyo asueto es empleado por infinidad de personas para realizar actividades de esparcimiento y diversión. Comenzamos con el Domingo de Ramos, día en el que conmemoramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, nos introducimos en el Triduo Pascual, los tres días en que se celebra la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, finalizando con el Domingo de Resurrección, momento de exaltación jubilar donde se conmemora la resurrección de Jesús, el triunfo definitivo. España no ha dejado de ser católica, al revés, sigue siendo mayoritariamente católica, pero no cabe duda de que estamos en permanente evolución, y las expresiones de la religiosidad también, si bien los conceptos y sobre todo los sentimientos permanecen.
Esta Semana Santa ha coincidido con la primera semana de campaña electoral, restándonos ya solo una para la importante y trascendental cita del 28 de abril, dos debates, seis días y ya. En Semana Santa recordamos acontecimientos que marcaron la historia de la humanidad, unos hechos que provocaron que un hombre bueno, que curaba enfermos, predicaba el perdón y el amor, que empatizaba con los marginados, terminó siendo maltratado, insultado, azotado y crucificado, y ello, nos lleva al límite de nuestra comprensión humana, porque es difícil para una limitada y egoísta mentalidad humana entender como alguien puede sacrificarse hasta límites insoportables por los demás, pero un sentido de lo trascendente nos guía hacia la nueva alianza entre Dios y su Pueblo a través de la cual, obtenemos el perdón y la liberación.
«Mi reino no es de este mundo», contestó Jesús a Pilato, y es así y así lo sentimos, pero ello, no es óbice para que su ejemplo inspire el ejercicio de la acción pública, esto es, el trabajo de aquellos que quieren ejercer responsabilidades públicas, especialmente el desempeño de la política, entendiendo que la misma está especialmente cargada de responsabilidad y sacrificio por el bien común. El que no lo entienda así no es digno de ejercer cargo público alguno, porque mal se le puede exigir a los agentes de la actividad privada que tengan en cuenta su función social, si los gobernantes no sienten su trabajo marcado por la responsabilidad y el sacrificio.
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