Opinión

Hacer cosas con palabras

Se dice que la taumaturgia es la capacidad de realizar prodigios, y tiene mucho que ver con la magia entendida como una ciencia oculta con la que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, resultados contrarios a las leyes naturales. La taumaturgia la encontramos muy presente en la política, especialmente en campaña electoral, lo cual me recuerda a John Langshaw Austin, filósofo inglés, cuya obra más conocida es «Cómo hacer cosas con palabras»; tras un ciclo de conferencias dijo: «He estado haciendo dos cosas que realmente no me gustan, la primera, presentar un programa, esto es, decir qué es lo que hay que hacer en lugar de hacer algo , y la segunda dar conferencias». Las palabras en los actos electorales parecen cobrar vida de tal forma que siguiendo a Austin ya se están haciendo cosas, confiriéndoles una naturaleza taumatúrgica que provoca que con tan solo formularlas ya se estuviera haciendo algo. A esto se le une el también carácter taumatúrgico que se le atribuye a la ley en si misma considerada, máxima expresión de la democracia y del lenguaje democrático; la ley es la palabra del pueblo soberano pronunciada a través de sus representantes en el parlamento. Este carácter mágico de las leyes parece inspirar una seguridad material en sus consecuencias, de tal modo que, si una ley determina un derecho a percibir algún tipo de recurso, por ejemplo, las pensiones que legítimamente hemos generado, esta percepción ya está garantizada para el futuro, y ello, aunque las previsiones de la ciencia económica vaticinen resultados contrarios. Hoy en día somos muchos los ciudadanos a los que nos preocupan nuestras pensiones, y sobre todo, poder percibirlas; por un lado se nos dice que el sistema está garantizado, y por otro, se advierte de la necesidad de emprender una reforma en profundidad para evitar el colapso, la población envejece, la esperanza de vida aumenta, y se deteriora la relación entre afiliados y pensionistas, y por ello es necesario garantizar la solvencia del sistema público a largo plazo. Una ley sin recursos económicos suficientes no garantiza nada materialmente, y por ello, es necesario que el Gobierno que salga de las urnas capitanee un pacto de estado para producir la reforma que sea necesaria a fin de garantizar la sostenibilidad del sistema.