Opinión

Los fieles de la balanza

A la hora en que escribo este artículo desconozco los resultados electorales, por lo que nada puedo decir, más allá de la máxima sumisión a la voz del pueblo en el día en el que habla alto y claro. La campaña electoral no ha sido de las mejores, y en lo que se refiere al respeto entre candidatos tampoco, especialmente por parte de algunos. El respeto es algo que se ha exigido mucho y se ha practicado poco. Respeto es esa palabra mágica que pareciera que cuando se esgrime algo ha pasado, pero no es así, a veces su apelación no es más que el intento de disimulo de lo poco que algunos lo practican. El respeto se debe ejercer respecto al diferente, respecto a los que no piensan como nosotros, y especialmente a las reglas del juego democrático. El problema lo encontramos cuando se pide respeto desde un ejercicio de intolerancia, constituyendo esto el germen de lo que mas tarde será totalitarismo. Decía Karl Popper: «Si extendemos la tolerancia a aquellos que son abiertamente intolerantes, los tolerantes serán destruidos»; por ello, cualquier movimiento que predique la intolerancia debería estar fuera de la ley; ahora bien, cualquier ideología, aun discutida y cuestionada, si se ajusta a los mínimos democráticos que nuestra Constitución exige, ha de ser respetada. Mas también hay que cuidarse de aquellos que se creen los fieles de la balanza democrática, a los cuales, todo lo que les queda a los lados lo califican de extremo. Algunos se creen los únicos guardianes de los derechos fundamentales y libertades públicas situando al adversario en una zona de puesta en peligro de aquellos. Afortunadamente nuestra Democracia y nuestro sistema de libertades está por encima de las ideologías, y lo que sí resulta peligroso es que alguna intente adueñarse de la legitimidad moral de su ejercicio, puesto que, al margen de limitar la libertad ideológica, pretende restringir el dialogo. No hay ideologías superiores, solo hay ideologías deleznables que son las que niegan el sistema democrático y su sistema de valores, a partir de ahí solo hay diálogo. Por último, resulta también muy comprometido confundir poder con razón, el poder te da legitimación para tomar decisiones, pero no la razón, esta se debe buscar mediante el dialogo y el respeto al adversario político.