Opinión

Modernos

Los españoles de hoy aspiran a ser modernos. Modernidad significa el sueño de una vida mejor para los ciudadanos de un país que arrastra importantes complejos históricos (muchos de ellos infundados, inducidos por la leyenda negra) y que teme parecer poco distinguido, subdesarrollado, retrógrado..., ante el resto del mundo, pero sobre todo ante sí mismo. Ser moderno, y más que nada parecerlo, es una ley de obligado cumplimiento para quien quiera prosperar políticamente. Ningún partido, o líder político, puede hacerse un hueco importante en el actual panorama parlamentario español si no logra trasmitir una mínima impresión de avance. Incluso los nacionalismos regionales, con su etnicidad decimonónica y sus ímpetus soberanistas, han logrado mantener el tipo durante todo el siglo XX, y llegar al XXI haciendo pasar por modernidad lo que, en el fondo, es puro modernismo.

Hasta los restos políticos de la vergüenza histórica terrorista que aún sobreviven, apuntalados en dudosas mitologías, auto celebradas y ungidas como adelantadas, son el resultado de imaginarias revoluciones siniestramente folclóricas, pero que se alimentan del aura de vanguardia que los terroristas lograron fabricar en años prósperos, aunque oscuros, del siglo XX, cuando había referencias «culturales» muy poderosas entre la juventud, como los «movimientos guerrilleros de liberación», mientras la frivolidad y el descuido, que también anidaban en la cultura de masas, transformaban las atractivas fotos en blanco y negro de simples asesinos en verdaderos iconos pop capaces de seducir a las masas... Ser moderna ha sido el objetivo de la sociedad española en general desde hace mucho, pero la muerte de Franco supuso la eclosión de un deseo que todavía nos acucia. Y que, en muchos sentidos, nos ha hecho avanzar de verdad. Porque para andar hay que querer moverse, y quien no ansía la mejora, nunca cambia de sitio.

El afán por el adelanto, el progreso y la modernidad, lleva marcando el rumbo en España, como en toda Europa, al menos desde el Renacimiento, y quienes abanderen lo antimoderno, antiguo y reaccionario, no pueden nunca pretender concitar grandes entusiasmos. No es la revolución, sino la evolución lo que define el empeño mayoritario de ciudadanos que, además, han pagado con su patrimonio y sus vidas una Gran Recesión de la que esperan salir dando un paso hacia adelante, aunque solo sea metafórico. Jamás hacia atrás.