Opinión
Por qué
En España –en todo el mundo–, ocurre un fenómeno contradictorio, paradójico y hasta chusco: que ciudadanos, pertenecientes a las élites económicas y sociales, presumen de su ideología de izquierdas, incluso de extrema izquierda... Votan por opciones políticas que, a veces, son declaradamente comunistas, o pertenecientes al espectro más «rojo» de la oferta electoral. Por aquí se les llama, despectivamente, «pijoprogres», «beautiful people» o «izquierda caviar», aunque en casi todos lados concitan cierto desdén que los cataloga como «champagne socialists» (en Reino Unido), «esquerda Ballantine’s» (en Brasil), «radical chic» (en EEUU)... etc. Mientras que los ciudadanos de clase trabajadora, que ganan poco dinero, con perspectivas económicas muy bajas, limitadas..., sin embargo, votan a partidos de derecha. Como en todo lo demás, tampoco a la hora de ser denominados tienen tanta suerte como los ricos de izquierda: nadie ha inventado para ellos expresiones sofisticadas y molonas, de modo que son calificados de idiotas, gilipuertas, encefalogramas planos y «pringaos». «Eres más tonto que un obrero de derechas» es una expresión que ha hecho fortuna hasta convertirse en un clásico. Los trabajadores que votan a la derecha salen mucho peor parados que los ricos de izquierda en cuanto a reputación pública. Aunque si obreros, empleados, asalariados..., ciudadanos de modesta economía, no votaran a la derecha, ésta nunca habría conseguido ganar elecciones: no hay 10 millones de ricos en España. Pero, ¿por qué existen ricos que son de izquierda y obreros que votan a la derecha? Independientemente de las conclusiones de su discernimiento, razones ideológicas, o incluso de fe, puede haber otras de tipo irracional, o relacionadas con el miedo. Los pobres, porque el temor a la indigencia les haga confiar en que, si gobierna la derecha, les proveerá de ricos suficientes para generar empleo (aunque, cuando la derecha los masacra a impuestos, arruinando sus vidas o haciéndoles cerrar la persiana de autónomo, no volverán a votar a las siglas responsables de su desgracia: tan tontos no son). Y los ricos, porque saben que la indulgencia, la afinidad ideológica con movimientos obreristas, izquierdistas, desactiva la rabia y el resentimiento que podrían despertar en quienes los envidian, o están a su servicio. Además, no nos engañemos, seamos pobres o ricos en realidad ninguno de nosotros tiene ideas: las ideas nos tienen a nosotros.
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