Opinión

La neolengua de Orwell

Tras visionar entrevistas realizadas a personas elegidas al albur, especialmente entre los más jóvenes, uno se pregunta si el sistema educativo se está transformando, especialmente en lo que al lenguaje se refiere. Pareciera que la distopía de Orwell en 1984, se estuviera haciendo realidad a través del uso de la denominaba neolengua, un inglés muy simplificado que se convertía en uno de los instrumentos del poder absoluto instaurado; el objetivo era sustituir a la vieja lengua para poder dominar el pensamiento, a la vez que impide cualquier forma de pensamiento contrario a los principios del régimen; uno de los ejemplos más utilizados en la novela es como se distorsiona el concepto libertad y sus acepciones. Esta nueva lengua, en nuestro caso el castellano, no solo simplificado sino empobrecido en palabras y tiempos verbales, es la que se está instalando en gran parte de nuestra juventud, los cuales no usan más de mil palabras, no califican con adjetivos, no usan superlativos, etc.; todo se reduce a un lenguaje básico en que las experiencias, las actividades, las cosas en general molan o son chungas. Pero el problema real no es este empobrecimiento en sí mismo, sino en lo que significa y provoca. Dejando a un lado la polémica no menor de las capacidades cognitivas no-verbales, que pueden determinar que una parte de nuestros pensamientos conscientes no poseen necesariamente un carácter lingüístico, lo que no se puede negar es que nuestro pensamiento, especialmente el que queremos comunicar, es tributario de muestras capacidades lingüísticas. Es cierto que el debate sobre si el pensamiento y lenguaje son elementos totalmente diferenciados está en vigor, y que parece decantarse sobre esta independencia, pero lo que no se puede negar es que el lenguaje es la base de nuestra comunicación, al margen del simbolismo, que siempre terminamos traduciendo al lenguaje; cuando mejor y más se domine una lengua especialmente su vocabulario, mejor nos comunicaremos y mejor estaremos forjando y trasladando nuestros pensamientos. Por el contrario, el simplismo en el lenguaje empobrece las ideas pudiendo fomentar sociedades de pensamiento crítico limitado, y por ello, manipulables desde los poderes. Hoy en día muchos jóvenes, como siempre, sienten y experimentan estados de ánimo, sensaciones, etc., y no saben explicarlo con palabras. Una sociedad del «mola» o del «súper» es un fracaso.