Opinión

El péndulo

Este es un pueblo más emocional que racional, más pendular que estable. La gente se deja arrastrar por las pasiones con facilidad. Asume, sin mayor discernimiento, lo que se respira en el ambiente. Se somete al clima social dominante sin hacer más averiguaciones. ¿Adónde va Vicente? ¡Adonde va la gente! Esta apasionada inclinación, poco reflexiva, a cualquier incitación gregaria, especialmente visible en el deporte y en la política, suele conducir en el mejor de los casos a tremendas frustraciones colectivas. Sólo a manera de ejemplo significativo de esta verdadera manipulación de las conciencias, ahí está lo que ha pasado en Cataluña con la deriva separatista en unos pocos años, en los que una multitud de gentes, que parecían sensatas, han sido embaucadas en un sueño imposible. Algo parecido puede observarse en Navarra con la contaminación «euskalduna», que ha penetrado en poco tiempo con especial virulencia en las nuevas generaciones.

Pero puede que el ejemplo más claro de lo que digo sea el pendulazo hacia la izquierda que se espera o se teme en las elecciones del domingo. Nadie en sus cabales podía imaginar hace un año que el Partido Socialista, completamente decaído y desvencijado, iba a resurgir casi arrasadoramente de la mano de Pedro Sánchez, un político limitado y controvertido tanto fuera como dentro de su propio partido. Sus oscuros compromisos con los separatistas catalanes y con los comunistas no se tienen en cuenta por los votantes. Tampoco influyen nada las graves acusaciones sobre la autoría de la tesis doctoral o sus viajes privados en el Falcon oficial. El clima emocional favorable es como un «tsunami» que empuja el giro del péndulo hasta el límite de la izquierda, como se demostrará, si no hay quien lo remedie, en los triples comicios del domingo que viene. Muchos de estos votos favorables a la izquierda, sin medir las consecuencias, sin mirar los antecedentes y sin leer los programas, son votos de castigo a la derecha, que se presenta dividida y con la cara pintarrajeada. Siempre ocurre lo mismo. Aquí si se aplaude al torero es para pitar al toro en el arrastre, y al revés.

Caso de que la derecha no aprenda y se una como ha hecho en Navarra, verdadero laboratorio experimental, Sánchez se va a agarrar al poder como una garrapata a la carne. Seguro que está pensando lo mismo que Sancho: «Yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado».