Opinión
Tierras raras
En medio de su refriega por el poder económico y político mundial con Donald Trump, el presidente Xi Jinping se ha ido de visita a la provincia de Jiangxi para inspeccionar las instalaciones de una de las minas de tierras raras que hay por allí. Lo de las tierras raras, aunque tenga su extravagancia, es un asunto importante porque en estos minerales polimetálicos se encuentran los elementos químicos que, por sus propiedades singulares, son aptos en la producción de aparatos electrónicos, baterías y otros enseres empleados en las modernas industrias. Y como resulta que China extrae de su subsuelo el setenta por ciento de la producción mundial de esas tierras, lo que Xi ha hecho es enviarle a Trump un mensaje nítido acerca de que le tiene cogido por salva sea la parte si quiere que Estados Unidos siga fabricando teléfonos, automóviles eléctricos y otros artefactos de creciente mercado.
El caso es que, además de en China, tierras raras las hay también en otras partes del globo que habitamos; y España es una de ellas. No podía ser menos si tenemos en cuenta que nuestra geografía es conocida desde la antigüedad por su riqueza minera, aunque haya decaído desde que, allá por el siglo XIX, empresas francesas y británicas del ramo obtuvieron concesiones que explotaron intensivamente hasta su agotamiento. Pero ello no quita para que algo quede; y entre eso que queda están las mencionadas tierras. De momento, sabemos que las hay en el Campo de Montiel, la ría de Vigo y la cuenca del Miño. Sin embargo, las primeras ya han sido descartadas, no por la empresa que pretendía extraerlas, sino por el gobierno de Castilla-La Mancha que ha denegado la licencia para ello aduciendo opacas razones ecológicas. Ya se ve que esto de la minería le chirría mucho a la izquierda y los socialistas no están para alterar a los votantes de esa tendencia, aun a costa de frenar el desarrollo de las fuerzas productivas. Está claro que de la dilución de los pro-chinos en el PSOE –que tuvo lugar hace cuarenta años– no ha quedado el menor residuo.
Lo de Galicia, en cambio, es otra cosa. No sé si será porque los gallegos suben y bajan al mismo tiempo o porque allí gobierna el PP con condescendencia, pero lo cierto es que ya se han otorgado licencias para la prospección de las tierras raras y hay también un centro tecnológico liderando un consorcio europeo para estudiar su recuperación desarrollando tecnologías de reciclaje y de extracción primaria. Lo que saldrá de todo esto no lo sabemos, pero quién sabe si Núñez Feijóo acabará codeándose con Xi Jinping.
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