Opinión

Odiando

He leído las cifras económicas con que la UE remunera anualmente a los parlamentarios anti Unión Europea. Son mareantes, y por supuesto insultantes para la economía depauperada de cualquier ciudadano corriente de esta Europa devastada por la Gran Recesión. Claro que también son proporcionales a las que aquí, en nuestro país, se pagan para subsidiar a aquellos que dicen odiar a España. Repasando estos sueldos, prebendas y complementos, la conclusión más obvia para el contribuyente es que el odio produce enormes y millonarias ganancias. Siempre las ha generado, en realidad, sin embargo nunca las había sufragado, de su propio bolsillo, el objeto (y objetivo) del odio. Haciendo un paralelismo diríamos que la cosa es semejante a una cuñada que le pagara a su cuñado un sueldo anual altísimo por odiarla y trabajar para su desdoro, miseria y aniquilación. La cuñada/jefa tendría un patrimonio, quizás bien saneado, pero limitado, y sacaría de su peculio una partida sustancial con que subvencionar al cuñado/empleado, odiador profesional que dedicaría la totalidad de su tiempo a maquinar contra ella, con objeto de conseguir la desgracia más absoluta de su pariente y mecenas. A la vez, como la fortuna de la cuñada sería restringida, en ocasiones debería recurrir a préstamos y endeudamientos, con tal de seguir pagando las partidas del cuñado «hater». La situación familiar, así presentada –con todo el respeto a los cuñados de este mundo–, resulta ridícula, explosiva. Y, por supuesto, tendría un final dramático cuando el cuñado odiador lograra acabar con su cuñada; entonces, moriría de éxito y también a él se le acabaría el chollo: ya no habría quien le pagase por odiar. En la política europea y española está ocurriendo tal. El odio se ha convertido en una ideología que genera dividendos sustanciosos. Odiar es un oficio político rentable. Es, además, legal, fomentado y bendecido por el sistema. Tiene el beneplácito del «establishment» y la generosidad manirrota del erario público. Nunca antes una empresa tan peculiar había empleado a tanta gente bien remunerada con derecho a tan grandes beneficios. Aunque los ignorantes que permiten que odiar sea un trabajo lucrativo no saben que el odio es como una atracción de feria fuera de control: puede que, al principio, resulte emocionante y entretenida, pero siempre termina produciendo náuseas.