Opinión

Zorras

La ley ya no castiga a las adúlteras. El adulterio femenino fue delito en España hasta 1978 cuando, durante el gobierno de Suárez, con Landelino Lavilla de ministro de Justicia, se derogaron los artículos del Código Penal que condenaban el amancebamiento, convivir en pareja sin haber contraído matrimonio, y el adulterio femenino. El hombre no cometía adulterio, aunque fuese condenado si mantenía relaciones con una mujer casada (adúltera). El legislador dejaba claro que: «El adulterio será castigado con la pena de prisión menor. Cometen adulterio la mujer casada que yace con varón que no sea su marido, y el que yace con ella, sabiendo que es casada, aunque después se declare nulo el matrimonio... No se impondrá pena por delito de adulterio sino en virtud del marido agraviado».

La ley defendía al que llamaba piadosamente «el marido agraviado». Las mujeres en España fueron condenadas por adúlteras hasta 1976. La mujer sexualmente libre –o sea: la que se atrevía a vivir su sexualidad como haría un hombre– era penada por la ley, pero también por la colectividad, que la consideraba una ramera. El comportamiento sexual de las mujeres siempre ha estado vigilado, por la ley y por la sociedad, y cuando la ley dejó de encarcelarlas por acostarse con otros hombres que no fuesen sus maridos, la revolución tecnológica trajo un instrumento de control social inaudito, más eficaz que el Código Penal y el Civil: los vídeos sexuales usados como chantaje, acusación y sentencia contra las mujeres. El vídeo íntimo que se hace público, que tiene el morbo del porno casero, que pronto se viraliza, señala a la mujer, la desaprueba y... dictamina que es una puta.

Así se censura la libertad sexual de las mujeres: estigmatizándolas como a prostitutas. Los jueces ya no las sancionan con meses, o años, de prisión menor, destierro y millones de pesetas por mantener relaciones «adúlteras». Sin embargo, existen tribunales despiadados de trolls que no dudan en poner el dedo en el gatillo del click y reenviar «la prueba» de que su vecina, conocida o compañera, es una zorra (porque tiene una vida sexual, como todo el mundo). La actual Inquisición está en manos de malvados rijosos y acéfalos con teléfono móvil. Y el vídeo sexual privado es una nueva piedra para lapidar a las mujeres.