Opinión

La Sala de los Nombres

Uno de los factores más positivos en nuestra particular lucha contra el terrorismo de Eta fue la superación y abandono de una actitud en la que muchas víctimas de terrorismo eran enterradas en el País Vasco en la más absoluta soledad, y en la que algunos, si bien no justificaban los atentados, trataban de explicarlos en el seno de un proceso político. Esta primera etapa se superó y comenzó a instalarse una conciencia ciudadana generalizada en nuestro país que demandaba la necesaria unidad de las fuerzas políticas democráticas frente al terrorismo, que defendía la memoria de las víctimas y que confiaba ciegamente en la aplicación de la Ley y en la no negociación, lo cual se vislumbró de forma especialmente intensa tras el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco. La sociedad española mantiene vivo el recuerdo de las víctimas de cualquier tipo de terrorismo y ello se convierte en un ejemplo de fortaleza. Esto no lo podemos ni debemos olvidar, tenga el terror cualquier origen. Ahora bien, es tremendo como algunos quieren esconder el termino terrorismo identificándolo con cualquier tipo de violencia, algo que resulta un tanto bochornoso. La sociedad española tiene una deuda impagable con las víctimas del terrorismo, tanto a los que fallecidos como las víctimas que se encuentran entre nosotros, los cales, con su ejemplo, su esfuerzo y su confianza en la Ley, nos han hechos más fuertes a los demás y, sobre todo, nos han brindado una lección moral de incalculable valor. Se debería construir un edificio en el que se recordara de forma permanente las víctimas y como en el museo de la Historia del Holocausto, crear un espacio para el recuerdo y fortalecimiento de la convivencia, en el que una banda sonora recordara todos y cada uno de los nombres de los fallecidos de forma constante, así como sus imágenes. Para ello se debe crear una Sala de los Nombres, y nunca olvidarlos, tendiéndolos siempre presentes. Cada asesinato ha sido un acto vil, pero sería todavía más vil el olvido, lo cual no está reñido ni con el perdón mi con la concordia. Tiene que permanecer en nuestra memoria y un espacio físico en el que se cite permanentemente sus nombres ayudará a ello, se lo merecen y se lo debemos.