Opinión
La nueva esclavitud
En una Europa, y en concreto en España, se está generando una mayor sensibilidad social contra la desigualdad de la mujer o la violencia de género, y de forma tan paralela como dramática, convivimos con una lacra social como es la trata de seres humanos, especialmente con fines de explotación sexual. La trata de seres humanos es la esclavitud de nuestro tiempo y, lamentablemente, una realidad cotidiana en nuestro maravilloso e idílico mundo europeo. Convivimos diariamente con una profunda violación de los derechos humanos, de la dignidad y de la libertad de la persona, provocada casi siempre en el seno de organizaciones criminales que obtienen pingües beneficios utilizando a las personas con distintos fines de explotación, especialmente la prostitución. Pensar que en nuestro país hoy mismo puede haber miles de personas que están ejerciendo la prostitución en contra de su voluntad, estando sometidas a una permanente coacción e intimidación, resulta extremadamente grave. Ya es triste que personas en situación de exclusión social o sin otras posibilidades de subsistencia ejerzan esta actividad, pero lo es mucho más, y debería conmover nuestras conciencias, todas esas mujeres que llegan a Europa bajo amenazas o engañadas y que se ven obligadas a ejercer la prostitución. España es uno de los principales destinos de la trata de mujeres, jóvenes de Nigeria, Rumanía, etc., llegan a España en su mayoría con fines de explotación sexual. Se trata de una delincuencia muy difícil de combatir porque por un lado se da un alto grado de organización criminal de carácter transnacional, y, por otro lado, concurre el miedo y la sumisión de las víctimas a las redes mafiosas, lo que dificulta su investigación. Desde el ámbito policial se está trabajando y mucho, pero se necesita algo más, campañas de concienciación pública permanentes que pongan de manifiesto que en pleno siglo XXI y en una sociedad democrática, se está esclavizando a mujeres. No hay ninguna diferencia entre esta nueva esclavitud y la de los siglos pasados, nos hace retroceder en moralidad y dignidad. Una sociedad no puede vivir de espaldas a esta actividad de trata de personas con fines de explotación sexual y por supuesto ninguno de sus integrantes debería participar en la misma, porque el usuario de esta prostitución está contribuyendo al mantenimiento de esta lacerante lacra.
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