Opinión

De paraísos e infiernos

Siguiendo a Raymond Aron se puede decir que debemos abandonar toda posibilidad de construir un paraíso en la tierra, más podemos aprovechar las enseñanzas del desenvolvimiento histórico de la humanidad y concluir que «el hombre ha ido progresando en la medida en que disminuía su servidumbre religiosa, el despotismo se debilitaba y la masa gregaria se iba transformando en una comunidad de individuos a quienes se reconocían ciertos derechos y se dejaba tomar iniciativas». En definitiva, pareciera que cuando nacemos, al más puro estilo de la Divina Comedia de Dante nos dicen: oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza –de vivir en un paraíso, más podemos añadir– hagamos todo lo posible para no vivir en un infierno.

Podemos dividir las ideologías que se articulan en las muchas opciones políticas hoy existentes entre ideologías utópicas, que prometen un mundo feliz, y las pragmáticas, que admitiendo las limitaciones humanas, pretenden un alto grado de bienestar y de desarrollo humano. Resulta dramático como ideologías tales como el comunismo y el fascismo, las cuales dibujaban mundos utópicos en sus últimas consecuencias, provocaron infiernos en la tierra como el vivido en el tercer Reich o la Rusia de Lenin y Stalin. Por el contrario, los más altos niveles de vida y bienestar social los han alcanzado los países que tienen democracia política y una economía relativamente libre, demostrando que no hay incompatibilidad entre las libertades políticas y la riqueza, y entre los mecanismos del mercado y la elevación del nivel de vida de los ciudadanos.

Comunistas y fascistas tenían un denominador común, el estatismo y el colectivismo, lo cual no puede llevarnos a la conclusión de que tiene que desaparecer el Estado y lo colectivo, al contrario, el Estado debe estar y lo colectivo también, pero partiendo de que lo importante es el individuo, y todo se articula sobre la base del respeto a sus libertades individuales. Este discurso, que pareciera de la Francia revolucionaria, está hoy tan presente como amenazado y así podemos observar como muchos pretenden construir realidades colectivas sobre la base del sacrificio del individuo, afectando a su lengua, su cultura y su modo de vida. Ante esto, solo cabe afirmar, cada día más alto y sin complejos, que todo pasa por el respeto al individuo y sus libertades.