Opinión
Todos contra la violencia de género
Tras la reciente polémica sobre una campaña contra la violencia de género llevada a cabo por la Junta de Andalucía cabe hacer una reflexión de fondo al margen de la polémica en sí misma. La campaña, que lleva por lema «Pero la vida siempre es más fuerte», presenta a una serie de mujeres sonrientes y felices tras haber superado una situación de malos tratos. Se critica que aparezcan mujeres sonriendo que podrían banalizar o minimizar la gravedad del problema. También se cuestiona la utilización de modelos en las fotos al no ser víctimas reales, a la vez que se discute la expresión «malos tratos», por entenderla obsoleta. La verdad es que si esta polémica hubiera surgido en otro país, nos costaría mucho poder entenderla. Solo se puede contextualizar en un clima de enfrentamiento político que nunca debería darse en un tema como el que se trata. Parece que la utilización de mensajes positivos no puede ser algo negativo, puesto que el propio Pacto de Estado contra la Violencia de Género anima a usar estos mensajes presentando el ejemplo de mujeres fuertes y valientes. El uso de modelos también parece razonable, no siendo prudente el uso de rostros de víctimas reales. Por último, el uso de la expresión «malos tratos» no debiera plantear problema alguno, y menos cuando se trata de una expresión legalmente acuñada. Lo que subyace en el fondo es una tensión política consecuencia de una excesiva polarización que no favorece ni a los que la ejercen, ni contribuye en nada a luchar contra la violencia de género. Lo que se debe tener claro es que no se debe hacer política con este tema, y que puede haber diversos puntos de vista en su enfoque, estando obligados los políticos a buscar consensos y acuerdos como se viene haciendo desde hace muchos años. La ley de Violencia de género se ha convertido en un buen instrumento legal, si bien es perfectible; por otro lado, uno de sus elementos de fortaleza lo constituye la orden de protección, cuya puesta en marcha fue anterior a la propia ley, construyendo pues este marco normativo dos gobiernos de diferentes signos. Nadie puede arrogarse supremacía moral alguna, y mucho menos en este tema tan dramático, y nadie tiene una mayor autoridad en la búsqueda de soluciones.
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