Opinión
Soberbia moral
Si se elaborara una encuesta sobre superioridad moral, la mayoría de las personas nos creeríamos más justos, virtuosos y buenos moralmente que los demás. El sentimiento de superioridad moral se encuentra en eso que se denomina ilusiones positivas, pero cuando esta ilusión se colectiviza bajo parámetros ideológicos se convierte en muy peligrosa, puesto que las creencias morales han contribuido a la causación de los conflictos humanos más graves a lo largo de la historia. En la génesis del ser humano surgían conflictos, auténticas guerras, por el espacio vital, la comida, etc., en definitiva por la supervivencia. En la época moderna gran parte de los conflictos se han provocado por concepciones morales e ideológicas. En cualquier actividad humana el que alguien se sienta moralmente superior a los otros es un peligro y este se acrecienta en la actualidad en el espacio político, y en el mundo islámico, todavía en lo religioso. Quien se asume como moralmente superior se siente con derecho de juzgar y condenar a los otros, se erige en el sumun de los jueces justicieros, descalificando y sobre todo, despreciando al que no se somete a sus principios y pretendidos valores y mandatos. Resulta paradójico cómo las ideologías que normalmente apuestan por el colectivismo y la pérdida de la individualidad, cuando se erigen en poder político crean auténticos líderes cuasidivinos, que inspiran en sus seguidores una absoluta seguridad en los dogmas que aquellos les ofrecen. Por lo general, se convierten en sociedades donde la individualidad desaparece, la libertad languidece y lo público lo es todo. Esto además se retroalimenta con una sociedad sumisa, con un gran temor a la incertidumbre y al cambio. Cuando los que se asumen como moralmente superiores permanecen lejos del poder, no son un peligro, el problema es cuando esos personajes se hacen con el poder, los cuales en nombre del pueblo y teóricamente en su beneficio comienzan a tomar decisiones que afectan al orden social, político y especialmente el económico, afectando a los sistemas de producción de riqueza que termina afectando al bienestar social, consiguiendo una igualdad en el empobrecimiento paulatino de la sociedad. Nos dice San Agustín que «la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano» y en España hay mucha hinchazón, demasiado.
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