Opinión
Ser para servir
En la Biblia encontramos en boca de Cristo uno de los mejores consejos para todos aquellos que se dedican a responsabilidades públicas o privadas colectivas, «yo no he venido a ser servido sino a servir» –Mateo 20.28–, tan sencilla como cargada de significado. El responsable público debe contar con una fuerte voluntad presidida por una vocación de servicio, a la vez que de un alto y profundo espíritu de solidaridad, y de una alta y profunda sensibilidad humana y social. Cuando en la gestión de lo común te inspira eso que se denomina bien común dirigido a los ciudadanos, especialmente cuando la acción está dirigida a resolver los problemas de la gente y no a creárselos, la dirección será correcta. Ahora bien, en la búsqueda del servicio público, y aun abandonando los egoísmos propios de un ser humano, la democracia introduce un fuerte relativismo moral, relativismo que, si bien permite la coexistencia en un plano de igualdad de las distintas concepciones que supone una sociedad compleja y plural, obliga al político a posicionarse en puntos de partida ideológicos que suponen parámetros en los que se moverá su gestión y que ineludiblemente le inspirarán en la misma. Las condiciones propias del ejercicio político en una sociedad moderna hacen necesaria la objetivación de algún criterio que permita ser identificado por la sociedad, para que así tome decisiones responsables en su ejercicio electoral.
No cabe duda de que la pluralidad de puntos de vista puestos en paridad de condiciones entre sí, en principio plausible como reconocimiento de la diversidad, dificultan la constitución del espacio común, pero si se orientan los diferentes puntos de vista hacia el interés general y el bien común, la generación de ese espacio común resulta más fácil, y esto es lo que significan los acuerdos y los consensos. Existen dos verbos que se usan de forma indistinta, si bien tienen significados no tan iguales, por un lado, confrontar en su acepción de poner a una persona o una cosa, material o inmaterial, frente a otra para compararlas, y por otro lado, enfrentar en su acepción de poner a una persona frente a otra para que se opongan o se enemisten. Confrontar ideas es muy saludable y enfrentarse para competir también, pero nunca para buscar la aniquilación del adversario.
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