Opinión
La vida buena
Decía Aristóteles que la política no es una vocación más, «por qué es esencial para la vida buena». Exponía en primer lugar, que las leyes de las polis deberían inculcar buenos hábitos, debían formar un buen carácter e indicar el camino de la virtud cívica. En segundo lugar, permite al ciudadano ejercer la capacidad de deliberar y de alcanzar la sabiduría práctica, una capacidad que, si no, permanecería dormida. Exponía el filósofo que este es el tipo de cosas que nos permite sentarnos a un lado del camino y preguntarnos por las políticas que escogeríamos si tuviésemos que decidir.
Pasados muchos años, aun en nuestras desarrolladas democracias, la noción de ciudadanía de Aristóteles es más elevada y exigente que la nuestra, puesto que el concebía al ciudadano permanentemente vinculado a la actividad política, de tal suerte que esta última consistía en una expresión de nuestra naturaleza, en una ocasión para el desenvolvimiento de nuestras capacidades humanas, en un aspecto esencial de la vida buena. Como concepto general su visión de la política y de la vida en sociedad es aplicable a la actualidad, salvando lo raquítico del cuerpo político por él concebido, en el que se excluía a la mujer. La vinculación permanente del ciudadano a la actividad política solo puede venir de la mano de la plena transparencia de tal actividad por quienes la ejercen, pero, eso sí, con una clara orientación hacia la vida buena que definía Aristóteles, de tal modo que el ciudadano esté bien informado, lo cual nunca podrá ser posible si la trasmisión de información solo está guiada por un instinto de aniquilación del adversario.
No es malo que el ciudadano conozca y entienda el conflicto político natural en adversarios que confrontan ideas, mas lo que resulta especialmente grave es que este conflicto no solo lo sea de ideas, sino que lo que se busque sea el enfrentamiento entre personas, enfrentamiento que desgraciadamente se traslada a la ciudadanía obligándole a tomar partido activo, lo cual acaba desembocando en un conflicto social, como es ejemplo el que se está dando en Cataluña. El ejercicio de la política orientado hacia el concepto aristotélico de la vida buena impide que se den situaciones como la descrita, el debate y la confrontación de ideas son buenos, el enfrentamiento social no.
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