Opinión

Polémica estéril

De nuevo, ante una lacra tan grave como es la violencia sobre la mujer, especialmente en el seno de las relaciones de pareja o como consecuencia de su ruptura, surge la discusión semántica aderezada por el enfrentamiento que azuzan algunos que se consideran los dueños y directores de la única política que según ellos cabe en esta materia. La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer de la ONU la define como «Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada». Se puede abrir una discusión doctrinal al respecto sin lugar a duda, se puede cuestionar la practicidad de castigar ciertos actos penales con mayor pena cuando la violencia la ejerce el hombre sobre la mujer, y esto no supone negar la violencia, sino tan solo expresar otro punto de vista. Ahora bien, la realidad es incontestable, y es que existe esta lacra, y que la mujer es la víctima en la inmensa mayoría de los casos, y esto nos obliga a todos a reaccionar frente a esta violencia; en primer lugar, sin superioridades morales que especialmente se dan en diferentes ámbitos de la izquierda, exhibiendo esta pretendida superioridad sin razón alguna para ello; en segundo lugar, no pueden darse trincheras ideológicas, porque desde la ideología no se combate eficazmente el delito; en tercer lugar, la mejor forma de prevenir y combatir la violencia es la unión a través del consenso en la medidas a adoptar. Resulta prioritario extremar los esfuerzos en la prevención de la violencia erradicando su ejercicio en cualquier conflicto humano incluido los que se generan en una relación afectiva o tras su ruptura, y esto, se inocula desde la infancia. Por otro lado, conviene asumir y defender que, en España y desde hace muchos años, de forma conjunta y sin patrimonialismo, se ha trabajado mucho y muy bien en la prevención de la violencia de género e intrafamiliar, especialmente la denominada ascendente, colocándonos a la cabeza de Europa, y polémicas estériles lo único que consiguen es debilitarnos, como a su vez, tampoco ayuda que algunos quieran apropiarse de todo este esfuerzo colectivo.