Opinión

De nuevo el Parlament

Ya casi nada de lo que acontece en el Parlamento catalán nos sorprende, pero no cabe duda de que lo ocurrido el jueves pasado es especialmente grave. Se aprobó una resolución en la que se pide la expulsión de la Guardia Civil de Cataluña, algo que en el actual clima de utilización de las instituciones catalanas con fines independentistas tampoco debería asombrarnos, pero es que se cruzó una nueva línea. Esta resolución es consecuencia de una actuación llevada a cabo por la Guardia Civil bajo los designios de un Juez de Instrucción y la Fiscalía de la Audiencia Nacional, y ello contra unos sujetos que en este momento se encuentran en prisión siendo investigados por delitos de pertenencia a organización terrorista, fabricación y tenencia de explosivos y conspiración para causar estragos, existiendo motivos bastantes para entender que tenían como objetivo causar el caos mediante la destrucción de redes eléctricas y de telefonía, así como la paralización de vías de comunicación. Al margen del debido respeto a la presunción de inocencia, no cabe duda de que cuando un Juez de Instrucción ordena el ingreso en prisión de alguien, lo es porque consta en la causa la existencia de hechos que presenten caracteres de delito, y aparecen motivos bastantes para creerlo responsable criminalmente del delito. A pesar de ello, políticos catalanes soslayan la gravedad de los hechos y utilizan la actuación judicial para poner en cuestión de nuevo al Estado, además de exigir la expulsión de la Guardia Civil; desprecian los hechos investigados, llegando a los límites de la justificación de acciones criminales penales, algo intolerable en una sociedad democrática. La banalización de estos hechos es una bofetada a la lucha contra el terrorismo en toda su extensión. Resulta nauseabundo cuestionar actuaciones antiterroristas avaladas por decisiones judiciales en un estado democrático, resulta nauseabundo contextualizar esta crítica en un contexto de reivindicación política que ya expira por torpe e injustificada. Es tal el grado de ridiculez que si no fuera por la gravedad de los hechos no debería ni de preocuparnos. Ya hemos vivido en otros tiempos intentos de causalización del terrorismo con fines políticos y resultó tan trágico como deleznable. En cualquier caso, el imperio de la ley es el mejor instrumento frente a la sinrazón terrorista y política.