Opinión

La economía tuerce los planes

Sánchez decidió apostar por la repetición electoral en un contexto económico que, si bien no era excelente, tampoco olía a estrépito. En particular, la economía española se había expandido a un 0,7% durante el primer trimestre del ejercicio y a un 0,5% durante el segundo. El Gobierno incluso se estaba planteando la posibilidad de revisar al alza su estimación de crecimiento para el conjunto de 2019 con el propósito de remarcar que íbamos a crecer por encima del 2%. Pero, durante las últimas semanas, los datos han comenzado a torcerse de un modo significativo. Y es que el INE ha revisado a la baja su estimación inicial de crecimiento de España: nuestro PIB no se expandió al 0,7% durante el primer trimestre, sino al 0,5%; asimismo, no avanzó un 0,5% durante el segundo, sino un 0,4%. Todavía más preocupante, los pilares sobre los que se asentó la expansión del segundo trimestre hacen temer lo peor para el tercero y el cuarto: si nuestra economía aguantó mínimamente el tipo entre abril y junio fue porque se la dopó con gasto público (todo el gasto pre-electoral) y por el buen comportamiento de nuestras exportaciones. En el tercer trimestre, empero, el estímulo ficticio del gasto público ha desaparecido y la guerra comercial está haciendo un enorme daño a nuestro sector exterior. En conjunto, pues, ni siquiera podemos presumir que vayamos a crecer un 2% en el conjunto de 2019. ¿Y por qué estos datos son relevantes y podrían terminar influyendo decisivamente en las elecciones del próximo 10 de noviembre y en las negociaciones del próximo gobierno? Pues porque la economía española es incapaz de reducir su tasa de paro con crecimientos inferiores al 1,5%: esto es, ya nos ubicamos peligrosamente cerca de esa frontera que nos separa de que el número de parados vuelva a aumentar. No por casualidad, el tercer trimestre de 2019 ha sido el peor para nuestro mercado laboral desde el recesivo año 2013: en esencia, la tasa de paro no ha disminuido sino que ha aumentado. El parón económico, por tanto, ya está afectando al tejido social del país (como también se refleja en el dato de que las familias han aumentado muy notablemente su ahorro precaucionario ante la presencia de una mayor incertidumbre). Así las cosas, en la medida en que la percepción ciudadana sobre la situación económica empeore notablemente durante las próximas semanas, habrá ciudadanos que rechacen repetir con Sánchez el error que cometieron con Zapatero: votar a la misma izquierda que minimiza los problemas y que no es capaz de gestionar las crisis. Sucede, sin embargo, que la extrema cercanía de las próximos comicios acaso limite el impacto electoral que la desaceleración puede suponer: salvo que la situación económica se deteriore a un ritmo todavía más rápido que el actual, no será fácil que conlleve un vuelco masivo de la intención de voto. Ahora bien, lo que con toda seguridad sí hará la desaceleración es dificultar la conformación de gobierno. A la postre, los potenciales socios del PSOE (Más País y Unidas Podemos) son formaciones de izquierda radical cuyo programa electoral (subidas salvajes de impuestos, supresión de la reforma laboral, persecución de los inversores extranjeros en el mercado inmobiliario, etc.) es devastador para una economía. El PSOE es consciente de ello y, si tales ultraideologizados partidos no dan su brazo a torcer (escenario improbable), el pacto se volverá muy complicado. En suma, si el PSOE gana las elecciones pero no desea inmolarse agravando la incipiente crisis, entonces el gobierno de izquierdas no será una opción, ni en lo programático ni en lo político. Lo cual nos abocaría o a unas nuevas elecciones... o a una gran coalición.