Opinión

El Ministerio de la Verdad

La polémica generada en torno a la ley de Memoria Histórica es algo que no nos debería sorprender, puesto que al margen de sus previsiones, lo que resulta criticable es su instrumentalización y alguno de los motivos que la inspiró. No se trata tanto de un problema de su articulado como del uso de este se hace, el cual está inspirado en las intenciones de algunos que basan sus reivindicaciones en las heridas del pasado, y por ello, la utilizan para que sigan abiertas alimentado el enfrentamiento. Pareciera una operación típica del Ministerio de la Verdad, aquella ficticia institución ideada por George Orwell para su novela 1984 cuya principal función radicaba en la reescritura de la historia y la manipulación de esta.

El 20 de noviembre de 2002, el Congreso de los Diputados aprobó una declaración por unanimidad en la que se condenaba el golpe militar del 18 de julio de 1936, se hacía un reconocimiento moral a quienes padecieron la represión de la dictadura franquista, y se prometían ayudas para reabrir las fosas comunes, y ello, sin exigir cuestionamiento alguno de los lamentables y sectarios últimos devenires de la segunda república, que adelantó con su magistral verbo Ortega en su discurso La Rectificación de la República, escrito en 1931. Qué necesidad había de establecer en todas las ciudades españolas un debate sobre el callejero y símbolos históricos, pues creo que muy poca, salvo la de aquellos que construyen su discurso político sobre las fracturas del pasado y el enfrentamiento entre las personas.

La sociedad española en su conjunto está de acuerdo en que la mejor España de la historia es esta España democrática y constitucional en la que vivimos; del mismo modo, existe un amplio consenso sobre el rechazo a la dictadura que precedió a este periodo así como a la guerra civil que la precipitó, y por ello, el mejor ejercicio de memoria histórica que se puede hacer es el de recordar el esfuerzo de concordia que supuso la transición democrática, protagonizada por personas de todas las ideologías, que supieron hacer renuncias para diseñar esta España constitucional en la que los españoles han alcanzado las más altas cotas de bienestar y calidad de vida de su historia. Todo lo demás es fuego de artificio y mucha irresponsabilidad.